TRIBUNA
Autonomía Leonesa: las reglas del ceremonial
La moción presentada por UPL y aprobada por el Pleno de la Diputación Provincial de León el pasado 26 de junio no ha sentado bien al autonomismo leonés. Siendo el evento político más relevante desde el 27/12/2019, cuando el Pleno del Ayuntamiento de León aprobó otra moción de idéntica factura (presentación de UPL con apoyo del PSOE a favor de una Autonomía para la Región Leonesa) nos vemos envueltos de nuevo en una etapa de confusión, como la que caracterizó entonces a la cuestión leonesa. El tema es muy serio.
Los eventos mencionados son convertibles en hitos políticos pro autonómicos; el de la Diputación, para entrar en la fase que vengo denominando conflicto leonés, y el del Ayuntamiento porque supuso dejar atrás la etapa de la cuestión y adentrarnos en la del Asunto leonés. Todo ello dentro de la secuencia que vengo empleando desde enero de 2020 para analizar el proceso autonómico: Cuestión-Asunto-Conflicto-Pacto-Autonomía.
A raíz del Pleno de la Diputación, se observa, en primer lugar, una cierta precipitación, con propuestas a favor de la unión de León con Asturias o a favor de la Autonomía de la provincia de León, en solitario, apoyada ésta en el Art. 144 de la Constitución (CE). Estos son los hechos y ahora diré por qué ha habido precipitación.
Son, al menos, tres los rasgos que han de acompañar a toda propuesta autonomista: coherencia interna (ausencia de incongruencias lógicas), coherencia externa (compatibilidad con los hechos) y favorecer la consecución del objetivo propuesto (Autonomía para la provincia de León, en ese caso uniprovincial). Estas son las reglas del ceremonial. Pues bien, si apelamos a la unidad leonesa (se entiende que es de todo el pueblo leonés), no parece muy congruente pedir la autonomía para solo una de sus partes, por relevante que sea, dejando a dos provincias fuera.
Veamos la compatibilidad con los hechos. Los hechos nos indican que la propuesta uniprovincial irrumpe en el escenario autonomista quebrando una línea de trabajo que ha permitido llegar adonde estamos.
Tal vez, la propuesta se haya hecho bajo el paraguas de un posibilismo que, no obstante, debería ser explicado, pues el que es en la provincia de León donde se da una mayor aceptación autonómica dentro de la Región Leonesa, afirmación apoyada en encuestas y el pulso social, tales criterios, aun siendo útiles, no deberían ser suficientes para un analista, cuando de lo que se trata es de saber por qué esa aceptación se da en León y no en las otras dos provincias de la Región.
¿No podría ser que tal aceptación se deba al eco mediático de las mociones aprobadas en los más de 60 Ayuntamientos de León?, ¿no podría deberse el resurgir autonomista más reciente a su salto a los medios de comunicación estatales y regionales, a raíz, primero, de la moción en el Ayuntamiento de León y, ahora, de la Diputación?
Hay base para pensar que eso es así, como la hay para reconocer que eso es mérito de la UPL y su propuesta regionalista. ¿Por qué no pensar que, con otro escenario, pudiera lograrse para Zamora y Salamanca lo alcanzado por León? Ese escenario es posible y su construcción no debería descartarse, pues también los sentimientos se trabajan. Con ayuda, no con indiferencia o desdén.
La desorientación provocada con esta irrupción no se ha hecho esperar, dando lugar a otra reacción precipitada: la moción uniprovincial del Ayuntamiento de Villablino.
¿Hay una estrategia diseñada para promover este tipo de mociones a fin de testar el pulso uniprovincial, dado que no sirven para otra cosa?, ¿pedirá alguien a la UPL que se ponga a rebufo suyo para que en las próximas elecciones inste a las poblaciones que ya aprobaron la Autonomía regional a que rectifiquen y voten la uniprovincial?
Dada la confrontación con los hechos que supone la propuesta uniprovincial, con la gravedad que ello comporta, entiendo que pronto conoceremos sus ventajas, y espero que no se nos muestren al amparo de otro paraguas, esta vez el de los hipotéticos apoyos de alguno de los partidos estatales PP y/o PSOE, pues imagino que los uniprovincialistas no se habrán dejado engañar por lo ocurrido en el Pleno de la Diputación, donde se dio una votación cuántica, con gatos de Schrödinger que estaban y no estaban a la vez; mascotas de ilusión que «estaban», porque votaron que sí, y que «no estaban», porque era de mentirijillas y para que los contaran por una sola vez; más que gatos, gremlins de pesadilla.
Pero si ha habido precipitación y ausencia de reflexión ha sido a la hora de vincular, en este momento, un objetivo político con una vía jurídica para su consecución, la del Art. 144 de la Constitución Española.
Un error innecesario, de acuerdo con la propia pretensión de los uniprovincialistas para lograrlo, la cual pasa, obligatoriamente y como cualquier otra, por el Pacto con el PSOE y el PP.
Según reza el 144 de la Constitución de 1978: Las Cortes Generales, mediante ley orgánica, podrán, por motivos de interés nacional: Autorizar la constitución de una Comunidad Autónoma cuando su ámbito territorial no supere el de una provincia y no reúna las condiciones del apartado 1 del artículo 143.
Pues bien, si hay una provincia donde hoy sería desaconsejable proponer la aplicación del 144, sin pacto previo con los dos grandes partidos, es la de León. Porque ¿quién es el guapo que va a convencer al bercianismo político de que se conforme con la promesa de un distrito dentro de la comunidad autónoma de la provincia de León, cuando por el mismo módico precio puede pedirse una Comunidad Autónoma para El Bierzo y territorios adyacentes, justamente al amparo del mismo Art. 144 de la Constitución Española?, ¿acaso no puede ser el ámbito territorial ofertado para el distrito de Ponferrada candidato a una posible Autonomía, dado que no supera el de una provincia, tal como exige ese Artículo?
Lo triste es que todo esto era completamente innecesario. Porque lo que ahora toca es gestionar un Conflicto con la comunidad autónoma de Castilla y León y, por ende, con el Estado Autonómico Español, que, dicho sea de paso, es aconstitucional, pues salvo cuatro Regiones no más históricas que la Leonesa (que lograron su Autonomía a través de Disposiciones Adicionales y Transitorias de base historicista) y la de Andalucía (que la consiguió por la vía del Art. 151, con la ayudita de dos leyes orgánicas inconstitucionales, la LO 12/1980 y la LO 13/1980, ambas de 16 de diciembre), el resto accedió al autogobierno por el camino político de los Pactos Autonómicos de 1981 y de 1992, orillando a la CE. ¿Y cuál es la lección? Pues que no se puede hacer nada sin, previamente, «convencer» a alguno de los partidos mayoritarios. «Convencer» o no «convencer», he ahí la cuestión.
Supongo que ahora se entiende lo de entrar de lleno en la fase del Conflicto, único modo de «convencer» a esos partidos, visto lo visto.
Por último, creo que estaría bien que todos los autonomistas leoneses interiorizásemos que para llegar a la fase del Pacto (momento en el que sí ya se tratará la vía jurídica y el ámbito territorial), antes hay que resolver la del Conflicto. Es por esto que lo que el pueblo leonés ahora necesita son medios y una buena organización, comenzando por crear una Asamblea pro-Autonomía Leonesa (con representación de todas las asociaciones, colectivos, plataformas, etc. de toda la Región Leonesa) y un Consejo pro-Autonómico Leonés, órgano ejecutivo electo por la Asamblea, que cuanto antes deberá elaborar el pertinente Plan Estratégico y el subsiguiente Plan Director, para convertir en pesadilla la gobernabilidad de la actual CA de Castilla y León.
Habrá de ser una especie de Gobierno pro autonómico a la sombra, desde el que se realizará un marcaje implacable al de la Junta. Solo así saldremos en los telediarios y solo así Ferraz y Génova se enterarán de que lo que ambos partidos han hecho con el Viejo Reino durante cuarenta años es de una injusticia histórica cuyo único perdón posible es el Pacto por la 18ª Autonomía de la Región Leonesa.