Regresando a Tolkien
Todos tenemos nuestros escritores admirados, pero no a todos los amamos. Sí, hay un escalafón por encima de las admiraciones. Pese a lo selecto del mismo, necesitaría la columna para citarlos a todos (y a todas, claro). En el mío figura Tolkien. El concepto filológico teológico de subcreación es uno de los más bellos ideados por este profesor de Oxford. Solo Dios es creador, mantuvo. Tampoco Cervantes —otro nombre en mi lista de autores amados— se consideró padre de don Quijote, sino «padrastro». Acabo de concluir «Mitokalía. O la belleza relatada» (Ceu Ediciones), el ensayo con el que el vallisoletano Eduardo Segura ha regresado al autor de El señor de los anillos, en el que es reconocido experto internacional; como ya les he contado aquí, fue uno de los asesores contratados en la primera temporada de la serie de televisión. Excelente filólogo, imparte docencia —literatura inglesa y norteamericana— en la Universidad de Granada. No puedo concretar cuándo ni cómo nos hicimos amigos, pues fue en las redes, pero amistad es. Hemos conversado un rato gracias al móvil, ese invento que a Tolkien le hubiese parecido ideado en Mordor. Le he felicitado por esta obra, de nuevo ejemplo de rigor investigador, pero, a la vez, de esa emoción que fue, es y será. Le bromeé: «Ni se te ocurra jubilarte un día sin haber publicado antes un libro sobre tu Tolkien personal». Mitokalía es una obra especialmente recomendable para filólogos y para escritores, aunque harán bien en acercarse a ella los jóvenes tolkienianos, pues lo que no entiendan ahora ya lo entenderán. Todo tiene su tiempo. Algún día este libro será joya difícil de encontrar.
Hay, como mínimo, dos Segura en uno; el primero es como aquel buen amigo que todos tuvimos —¿y fuimos?— en la juventud, con el que conversabas de libros, cine, música y chicas, no necesariamente por este orden; ese se sigue expresando a través del humor travieso y de la admiración por Ava Gardner; el otro es el académico de primera línea. Qué suerte sus amigos, que suerte sus alumnos.
«El hombre cuenta historias —y las lee y las escucha— para saber que no está solo», escribe Segura. Gracias, por llevarnos de regreso a Tolkien, un subcreador tan admirado y amado.