TRIBUNA
Curso nuevo, viejos problemas
Ya se fueron las cigüeñas; golondrinas y vencejos preparan sus viajes y los últimos turistas hacen las maletas. El año próximo volverá el verano. La ciudad recobra la actividad, esa actividad frenética que provocará ansiedad y un estrés que habíamos dejado atrás; regresarán las noches de insomnio y las broncas en los hogares. En la ciudad hay bullicio, los coches apenas pueden avanzar, las calles abarrotadas de peatones que van y vienen a toda prisa. Cafeterías y centros comerciales, tránsito continuo. El ruido se incrusta como una tormenta de afilados dardos, pero no hay conversación, no hay diálogos, caras con labios prensados. Dos jóvenes, que parecen funcionarios se tomarán el café de las once, tienen el tiempo suficiente para consultar el smartphone sin cruzarse una mirada entre ellos. En el parque próximo también el silencio domina. La grey infantil que hace pocas fechas dominaba aquel territorio, hoy se encuentran encerrados en los recintos escolares, se intuye su presencia en los autobuses que les transportan del hogar al colegio. Con paso lento se ven algunas personas mayores, que después de un mínimo paseo toman asiento en algunos de los muchos bancos que pueblan aquel parque, en aquel reposo esperan que transcurra el tiempo, no tienen nada de que hablar, de Feijóo y de Sánchez ya se lo han dicho todo. Al margen de la tercera edad, perros, los hay grandes y diminutos, de todas las razas, atados o sueltos, en compañía de personas jóvenes que no se sabe si son sus dueños o sus paseantes de alquiler. Personas raras sin otra ocupación a aquella hora del día. Cosas tales ocurren en la ciudad y otras cosas ocurren en los pueblos. Se parecen en que también se oye el silencio. Durante unas semanas los pueblos recibieron alborozados pobladores ocasionales que insuflaron aliento fresco. Volvieron como todos los años los hijos que hace unos años se fueron, vienen a ver a los padres a los que han convertido en abuelos. Los abuelos se desvelan por satisfacer a los hijos y por mimar a los nietos ausentes. La fiesta del Patrón se celebró por todo lo alto, mas que nunca se dirá. El otoño llega cuando el verano se aleja y viene con novedades para el pueblo. Este año solo quedan dos niños en el pueblo, de la misma familia, así que serán recogidos todos los días y conducidos en un furgón para llevarlos a la escuela del pueblo vecino, el único de la comarca que conserva la escuela abierta. Se confía en que haya novedades en el centro de salud, pero de momento el médico seguirá acudiendo al pueblo una vez por semana. Y para colmo corre el rumor de que la entidad bancaria que hay en otro pueblo cercano se va a cerrar y se dice que una camioneta recorrerá los pueblos para que se puedan hacer las operaciones que se deseen, o sea un servicio como el del pescadero. Cuando llegue el próximo verano ya no serán todos, de los que hasta ahora eran asiduos visitantes, los que vengan, algunos faltarán. Y de los que ahora se quedan en el silencio del pueblo, también faltarán. Todos los años son distintos.