Diario de León

AL DÍA PÍO GARCÍA

Las vueltas del Lamborghini

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Entre Logroño y Burgos, dos ciudades tristes, sin singularidades ni derechos históricos, hay una autovía que empezaron a construir hace veinticuatro años y que se acaba a medio camino.

Al llegar al límite entre La Rioja y Castilla y León, comunidades autónomas del montón, que solo sirven para rellenar el mapa porque algo hay que poner entre Madrid y el País Vasco, la A-12 se despoja de sus carriles sobrantes y se convierte en una carretera monda y lironda, revirada y con una rayita en medio.

Al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le gustará saber que de vez en cuando se ve por aquí algún Lamborghini. Con sus neumáticos traseros de diámetros imposibles y sus ruedas delanteras pequeñitas, como extremidades atrofiadas, parecen tiranosaurios rex amaestrados, condenados a reptar entre viñas y trigales. Son pocos y ruidosos, Quizás menos de los que sería deseable en unos territorios en los que realmente lo que más se echa en falta es la existencia de habitantes para conseguir combatir eso de la España Vaciada.

Quizá la mayor diferencia entre un tipo de pueblo y otro de ciudad es que el segundo cree que los lamborghinis son como los ferraris o los porsches, coches para lucir palmito, y no, en primer lugar y sobre todo, tractores que avanzan por los campos de alfalfa a paso de paquidermo.

Cuando oí que el concierto-no-concierto con Cataluña iba a incluir un cupo solidario ya veríamos cómo y sin pasarse, que a los pobres les das la mano y te cogen el brazo, me felicité y desempolvé la hucha del Domund de cuando era chaval.

Con los eurillos que consigamos riojanos y burgaleses mendigando en la Diagonal tal vez terminemos esa autovía sobre la que nadie parece dispuesto a aventurar cualquier tipo de fecha después de los reiteros fracasos cuando se hicieron quinielas.

Y si no siempre podemos crujir a impuestos a los de los Lamborghini. Ahí tiene mi apoyo, señor presidente, no le queda la menor duda, aunque debería mejorar la pronunciación. Se dice ‘Lamborguini’ y no ‘Lamboryini’.

A ver si por un defecto de forma se nos acaban yendo de rositas esos cabrones.

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