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Decíamos ayer que de un barrio de mala muerte local y mejor vida migrante salió un Yamine Lamal que hoy defiende con tez morena y rizo africano el honor de España entera en las catedrales futboleras de esos mundos alante. Sus padres no fueron unos vagos, salteadores de ayudas públicas o latentes delincuentes, como ahora quieres sospecharlo tú en todo inmigrante. Vinieron a deslomarse en trabajos, a veces de mierda, y en búsquedas infructuosas, asentaron aquí el futuro que sus países negaban, su crianza conoce los apuros de vivir con poco sueldo del que se va un tercio a la familia de allá, aprovechan todo lo que pillan o se ofrece, arrean, espabilan esforzándose mucho en valer el doble que el oriundo para que hayan de tenerles en cuenta y puedan pillar un contrato algo estable. Y la generación inmigrante nacida aquí, española por tanto de toda ley y honra, ha de esforzarse más para sacar cabeza y abrirse camino. Los buenos futbolistas, por ejemplo, no salen del campo de deportes de un colegio de La Moraleja o de un barrio residencial; lo suyo empieza en una plaza en las afueras con una portería pintada en la pared o en una trapa. La calle enseña de otra forma y, sobre todo, a huir de la pobreza o lo precario, de su atrás y lo que vieron en el pueblo africano de sus padres. Y triunfan en el fútbol, claro. O en baloncesto si su callejón tiene una canasta en la farola. Normal, pues, que la selección francesa sea ya mayoritariamente de emigrantes de primera o segunda generación. Aquí va más lento el fenómeno, pero se verá, lo mismo que hasta el propio Ejército ha de retacarse con emigrantes para tener quién nos defienda. O igual que en empresas o entidades cuando sus hijos salgan un día cualificados de la universidad donde gastaron el triple de codos que los que visten marcas y se colocan después gracias al apellido o al imperio nacional del santo enchufe. Y aquí es donde tienes que precuparte, porque ese odioso morito vecino que tu hijo no deja entrar en sus juegos será no tardando mucho su jefe o el dueño del negocio. Y entonces vaya que te preocupará.