Hormigas de bronca

Hay un político en esta provincia al que sus afines le llamaban ‘El corcho’. Por su capacidad de supervivencia, al más puro estilo de la protagonista del Titanic, que incluso pisó más de una cabeza cuando fue necesario para quitarse de encima a posibles rivales. Es difícil ponerle fecha al tema. Ocurre como con los verbos. Pasado, presente, futuro... Hace mucho tiempo estaba, no hace tanto también y quién sabe si puede volver en cualquier momento.

La política nos bendice periódicamente con este tipo de personajes. Al actual inquilino —que pugna cada día por ser propietario perpetuo— de La Moncloa, lo dieron por hundido allá por el lejano mes de abril. Aquella carta de amor desesperada era, según algunos, un punto de no retorno. Pero, con esa singular capacidad de reinventarse, acabó señalando con el dedo hacia lo más extremo de babor —según se mira— y los vasallos y sicarios, giraron la vista para volver a perdonarle todo.

Ahora, los nacionalistas de siempre se han hartado de saquear a las filas socialistas y empiezan a virar sus naves. Poco a poco afilan y aproan sus navajas para el próximo atraco. Como bien hizo el PNV en la famosa moción de censura que volcó el Gobierno en 2018, cuando pactó una mañana los Presupuestos con papá, y por la tarde, con mamá, el relevo en La Moncloa.

En ese frentismo, que muchos analistas adjudican a la estrategia de Zapatero, reside un problema creciente de chantaje literal, que deja a las mayorías parlamentarias en manos de un puñado de escaños insaciables. Y con una batalla cuerpo a cuerpo que mina cada día un poco más todas las instituciones democráticas. Ahora, la guerra es en el prime time televisivo, entre hormigas y broncas. Los monteses y capuletos afilan los cuchillos, en directo, en la caja boba. Sólo quedará uno. Latre y Wyoming están condenados a las migajas.

Ese planteamiento bipolar amenaza con mantener su daño durante mucho tiempo. La TV sirve para su fin original. Entretener. Mientras se libran las verdaderas pugnas relevantes en los frentes eclipsados que tienen auténticas consecuencias para los ciudadanos.

Cada día se fijan nuevas fechas para el adiós de Sánchez. Es improductivo mezclar deseos con realidades. En política no sobreviven los mejores. Lo hacen los que flotan pase lo que pase...