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El sueño de principios de siglo pintaba una ciudad de León con una ronda que permitiera circunvalarla como la M30. Hay trípticos electorales por ahí, adornados con profusión de gráficos y colorido, en los que se vendía la supresión de todos los cruces que hacen de cepo en la ronda y la construcción del tramo que resta desde el alto de los hospitales, cuatro carriles que mueren, y el nudo de autopistas de La Virgen del Camino en el que tendrían que embridarse. Pero esa publicidad de la campaña de 2004 se quedó vieja pronto. Los papeles se ajaron apenas unos meses después, cuando todos los huevos quedaban a resguardo en la cesta del PSOE y empezaron a fiarse los avances a los estudios en los que se tenía que estudiar cómo se estudiaba la manera de eliminar los problemas, luego la redacción de los proyectos y, al final, con la excepción de la intersección de Villaobispo, se les hizo de noche. Tan tarde que llegó el PP al Gobierno, tanto en Moncloa como en San Marcelo, y el soterramiento de los viales pasó a resolverse con rotondas en La Granja y hospitales. «No sabéis lo difícil que es pedir para León», se despachó el entonces subdelegado del Ejecutivo estatal y ahora consejero para excusarse cuando le interpelaron por el recorte. Para qué más.

Ese piso piloto que nos enseñaron para vendernos las calidades de una ciudad del siglo XXI se revisita 20 años después.

El progreso nos ha circunvalado en este tiempo perdido. Nos convencieron de que podíamos esperar. Las prioridades se hallaban en otros sitios donde invertir no se asocia como sinónimo a gastar dinero. La supresión del cruce llega tarde y se demorará todavía tres años porque, como argumentan, se trata de que haya las menores afecciones posibles en una zona en la que, desde la apertura del nuevo centro comercial y la urbanización en la que se enmarcan, los atascos semejan aquellas esperas de Michaisa en las que varias generaciones se hicieron viejas. Pero la anécdota de la ratonera de La Granja sirve sobre todo para identificar una categoría en León: esa en la que se muestran los proyectos que durante años se le niegan con la coartada de que primero necesitan acreditar su necesidad. Ahí aparecen el cierre de las rondas, la plataforma logística de Torneros, la plataforma agroalimentaria del Bierzo, la AP-76, la vuelta del tren de Feve a la estación de Padre Isla, el teatro Emperador… nos hacen dar una vuelta, y otra, y una más. Una ciudad con rotondas