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Hagamos historia, historia reciente. ¿Su móvil es cuadrado? Si es así existen dos posibilidades: Que es nuevo o que es tremendamente viejo. Lo bueno de la velocidad a la que van las cosas últimamente es que permite que, en pocos años se puedan sacar concusiones sobre cómo evolucionamos que, antes, podían llevar siglos. Si su móvil es cuadrado puede pertenecer a aquellos primeros que salieron cuando apareció el iPhone 4. Todas las demás marcas copiaron el formato que duró exactamente dos ediciones cuando el iPhone 6 volvía a ser aplastado. Y esa era la verdad durante años: el móvil, cuanto más plano, mejor. Hasta que llegó el iPhone 12 y, ese día, se derrumbaron las verdades otra vez. Porque el aparato volvía a ser cuadrado y en ese momento, en ese segundo, se volvieron de nuevo viejos los móviles planitos y, con ellos, sus propietarios. Y así vamos viendo todo, durante años hemos visto como el programa de televisión que garantizaba su éxito era aquel que contaba con los invitados más relucientes: Estrellas nacionales o internacionales que no se suelen prodigar por la tele o figuras de la nobleza que solamente salían en aquel programa. Aquello, en la verdad de hace solo unos meses, otorgaba la clave del éxito televisivo. Y esta fue la verdad hasta que, como estamos viendo, alguien decide empezar un programa con un anónimo deportista paralímpico o con Juan Luis Arsuaga y, resulta que funciona, que la gente sí quería eso. De nuevo en ese mismo instante, en ese mismo segundo, las verdades se guardan en un cajón y se sustituyen por otras nuevas hasta que, las otras, vuelvan a valer como inapelables. Pongo estos dos ejemplos, entenderán, por ser aquellos que me parecen más cercanos y reconocibles, pero párense un rato a pensar en aquellas verdades que le dijo aquel profesor, aquel jefe, aquella vecina que le contaba que si no te comes la grasa del jamón no engordas nada o el que te aseguró que era imposible que el virus ese de China llegase aquí. Al final todo cambia, muta y permuta con una rapidez tan vertiginosa que, inevitablemente, necesita de nuestra memoria a corto plazo para ir dando por buenas las verdades de esta semana olvidando lo que fue ley la pasada y ni Agamenón, ni su porquero saben de qué hablan por muy categóricos que suenen, porque la verdad solo es la verdad hasta que se derrite por una nueva verdad que será vieja v en cuando vuelva la verdad anterior, lo que sí parece cierto es que ni Agamenón ni su porquero, moverán un músculo de la cara cuando la cambien.

En pocos años se puedan sacar conclusiones sobre cómo evolucionamos que, antes, podían llevar siglos