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Santos Cerdán, el hombre de Pedro Sánchez en Ferraz, suele coger la maleta cada mes para viajar a Suiza y encontrarse con Puigdemont. A pesar de la escandalosa fuga de este verano, las citas prosiguieron, pero se procuró no «hablar del tema». Este viernes, el «emisario» vuelve a Ginebra con un cometido mucho más complicado tras la investidura de Salvador Illa: que Junts apoye los objetivos de déficit; paso previo, inexcusable, para los presupuestos. Puigdemont, que está acompañado por su núcleo duro, Miriam Nogueras y Jordi Turull, se siente «engañado» por esa amnistía que permitió a Sánchez seguir en la Moncloa pero que, de momento y no se sabe por cuento tiempo, no le permite volver a Cataluña.

Sus peticiones de trasferencias, tras el acuerdo del Gobierno con ERC para la «financiación singular» de Cataluña, suenan a cosas menores, una vez conseguido lo fundamental. Si además se suma que su formación va a celebrar un congreso el mes que viene y, aunque sus fieles juren que el apoyo al jefe es incondicional, todo puede pasar, no va a ser fácil este viaje de Santos Cerdán.

En Moncloa no pierden la esperanza de que Puigdemont cumpla su promesa de dejar la política si no volvía a presidir la Generalitat y que Junts tome una senda más dialogante, como hacían los dirigentes de la antigua Convergencia. Porque lo único cierto y confirmado es que la legislatura depende, una vez más, de Puigdemont.

Mientras, las dos fuerzas independentistas no ocultan su animadversión. El portavoz de ERC en el Congreso de los Diputados, Gabriel Rufián no descarta, incluso, que Junts sume sus votos al PP y VOX para una moción de censura. No sería la primera vez que votan lo mismo*. Tal vez por eso, el nuevo lendakari vasco, Pradales, en su primer encuentro con Sánchez en Moncloa esta semana, se ha ofrecido de mediador con Junts para que apoyen la senda de déficit y los presupuestos. Bien es verdad que, en ausencia de ambos proyectos, la financiación de Euskadi sufriría un serio revés.

Como también van a notar la falta de ingresos los centenares de alcaldes de Cataluña que forman parte de Junts. Pero aquí no se trata de dinero ni de financiación, ni de servicios públicos, o necesidades de los ciudadanos, se trata del orgullo herido y el ninguneo de un dirigente político que creyó que iba a volver en olor de multitudes a recuperar el poder y que sigue huido.

En Moncloa no pierden la esperanza de que Puigdemont cumpla su promesa de dejar la política si no era presidente