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El Partido Socialista con Pedro Sánchez al frente no gana elecciones pero se ha revelado como un hábil urdidor de alianzas que a trancas y barrancas le permiten conservar el poder. Un poder cuya preservación le está llevando a recurrir a las peores artes del manual de supervivencia.

Sánchez impulsa un discurso que ha dividido al país, el tristemente famoso muro para frenar a la derecha también conocido como «cordón sanitario». Otro de los pilares de esa estrategia tomada del ideario de sus antiguos socios de Podemos cursa alimentando la semilla del rencor social señalando como enemigos a los ricos, «los de arriba». Un tercer ramal presente en los argumentarios cansinos de ministros y portavoces persigue la deshumanización de los rivales políticos en un intento de ridiculizarlos. Esther Peña, portavoz del PSOE, ha llegado a decir de Núñez Feijóo que es un político mediocre al que tilda de «cenizo, cuñado y tristón».

Es una técnica de descredito barriobajera, de vuelo gallináceo que delata la ausencia de talento a la hora de poner en circulación mensajes destinados a ser repetidos por las terminales de los medios afines. Que no son pocas y pueden llegar a ser más tras el anuncio del llamado «plan de regeneración democrática», en el horizonte un amago de censura orientado a amedrentar a los medios críticos.

¿Cuánto tiempo pueden tener vigencia este tipo de guerra sucia de intensidad acomodable a las necesidades tácticas del «puto amo»?

Todo el que necesiten para crear el ruido y el humo que les permita disimular que están con el agua al cuello en función de la precariedad parlamentaria del PSOE situación que les aboca a perder votaciones o a retirar a ultima hora proyectos como el de la tramitación de la senda de déficit para los Presupuestos ante la evidencia de que no iba a salir adelante.

Ese será el escenario mientras discurra, agonizante, la presente legislatura. Poco a poco vamos sabiendo dónde estaba la verdadera máquina del fango.