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Primero ha sido Nicolás Maduro que, entre otras hazañas, se ha permitido el lujo de acusar a España de no se sabe que conspiración para asesinarle a él y a alguno de sus más próximos, lo que le ha permitido justificar la detención, absolutamente ilegal, de dos españoles de los que nada se sabe y que, al igual que miles de venezolanos, se ven privados de todos sus derechos de manera caprichosa, propia de los dictadores. En las democracias no ocurren estas cosas.

Ahora toca el turno de Mexico, donde la sucesora de López Obrador exige, nada menos, que España pida perdón por los desmanes de la conquista española ocurrida hace 500 años. Y lo hace cebándose en la figura del Rey a quien no se le ha invitado a la toma de posesión. Esta decisión que va más allá de la descortesía entre países que se dicen hermanos, no deja de ser una enorme e irritante utilización de España para tapar los ingentes problemas internos que López Obrador a los que el expresidente ni siquiera se ha aproximado. No se conoce un actuación relevante de ese Gobierno que ahora viene para exigir disculpas a España.

México es un país en el que hay pobreza a mansalva y la inseguridad es de las más elevadas del mundo. Las organizaciones mafiosas, dedicadas al comercio de la droga, a señalar y secuestrar a quienes consideran oportuno, ni siquiera han rebajado su actividad criminal. Si a esta inseguridad generalizada se añaden los casos continuos y diarios de violaciones de niñas, la violencia de género y los miles de conciudadanos de López Obrador que abandonan su país en busca de una vida mejor, López Obrador, antes, y ahora su sucesora Sheimbaum, no han encontrado mejor argumento para tapar la ineficacia absoluta ante los problemas reales que afectan a su país que tratar de zarandear a España exigiendo perdón por los desmanes de la conquista.

Analizar con los ojos de hoy lo ocurrido hace 500 años es como una broma pesada cuando quienes lo demandan no saben gestionar el hoy y, ni mucho menos, el futuro. Para empezar y dar ejemplo bien podrían ocuparse de las condiciones de vida de los indígenas. Los que conocemos México no podemos por menos que asombrarnos ante la falta de pudor de un progresista como López Obrador. Tan progresista como Maduro que también en su momento censuró a España por su vocación imperialista. En México, la mujer no goza de la consideración que se merece y a Maduro, en Venezuela, no le gustan los homosexuales.

Lo lamentable es que nada apunta a que la primera mujer que va a ocupar la presidencia de México vaya a cambiar las cosas. Desde luego no ha empezado con buen pie. Con lo que tiene en casa, remontarse a 500 años....

Ante este panorama, el Gobierno ha reaccionado de manera correcta. Solo, que no es poco, parte de sus socios van a hacer la ola a una mandataria que se estrena con extravagancias absolutas.

Entre estos socios hay que destacar la presencia de Sumar en la toma de posesión de Sheinbum, que hace uso de un don que no está al alcance de cualquiera, que es el don de la quasi ubicuidad.

Está en el Gobierno pero el grupo parlamentario no se solidariza con la posición del Ejecutivo.

¿Será que esto precisamente es hacer política?

López Obrador, antes, y ahora su sucesora Sheimbaum, no han encontrado mejor argumento para tapar la ineficacia absoluta ante los problemas reales que afectan al país