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Hojas de chopo. Alfonso García

El botillo de Aramburu

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La última novela de Fernando Aramburu, al menos que yo sepa, es El niño , que se construye de forma magistral a raíz de la historia de un hecho que sucedió realmente: «El 23 de octubre de 1980 cayó en jueves. Cincuenta alumnos de entre cinco y seis años, además de tres adultos, perdieron la vida como consecuencia de una explosión de gas propano en un colegio de Ortuella». Entre ellos, Nuco, el niño, cuyo testimonio de la madre muchos años después, por la crónica objetiva de lo que ocurrió a la familia, descubriremos cómo aquella tragedia lacerante y devastadora sacó a relucir aspectos inesperados y trastornó para siempre sus vidas.

La novela provoca un «carrusel de imágenes» de las humildes y a menudo infortunadas peripecias de los protagonistas. Entre ellas, el recuerdo del día del bautizo del niño. Por diversas razones, su padre, José Miguel, «manifestó el deseo de concederle el honor [de ser la madrina] a su hermana»: de nombre María del Pilar, fue ella, «venida al efecto desde Bembibre, donde residía con su marido, un guardia civil de origen leonés la que sostuvo al bebé en brazos junto a la pila bautismal». No me detengo en el «incidente minúsculo» que el agua fría en la cabeza de Nuco provocó. Lo que sí es cierto es que, acabada la ceremonia, «la familia salió animada a la calle, dispuesta a celebrar el acontecimiento en casa de Mariaje y José Miguel. La madrina había traído de Bembibre los ingredientes para un cocido con botillo del Bierzo, garbanzos y repollo preparado por ella misma de víspera con la colaboración del guardia civil, quien al parecer era el verdadero especialista de la materia».

Supongo que, al margen de gustos sobre los que nada hay escrito, nadie ponga en duda las bondades gastronómicas del botillo, «que nos valga siempre, amén», según deseo siempre renovado y preciso de Antonio Pereira. Las bondades literarias del manjar dan igualmente frutos permanentes y traspasan límites y fronteras como carta de presentación y naturaleza. Este es otro ejemplo que es necesario subrayar. Quizá para pensar una antología sobre tan suculento y definitivo placer de la gastronomía y los sentidos. Ya parece hacerse sustantiva. De la bondad del protagonista, nada que decir. Buen provecho. Solamente. Ya es bastante.