Diario de León

Al día. Victoria Lafora

A Alvise se le acabó la fiesta

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Poco le ha durado el entusiasmo popular al hombre que, vendiendo un populismo de extrema derecha a través de las redes sociales, consiguió hacerse con un escaño en el Parlamento Europeo. Luis Alvise Pérez fue la gran sorpresa de los últimos comicios. Prácticamente desconocido en los medios generalistas, montó una plataforma con el nombre de «Se acabó la fiesta» y, a través de Instagram, logró setecientos mil votos y poner muy nervioso a Santiago Abascal. Y es que Alvise iba todavía un paso más allá en propuestas reaccionarias. Vendía, por ejemplo, que habían descubierto más de sesenta casos de corrupción, y se proponía «eliminar a los corruptos del sistema político español y europeo». No contento con este loable propósito, que acabado pillándole a él también, pretendía «destrozar la partitocracia» y la «deportación masiva de ilegales».

Como todas las propuestas huecas de contenido, nunca explicó cómo pretendía acabar con el, a su juicio, excesivo poder de los partidos políticos, ni a donde pretendía deportar a los miles inmigrantes «ilegales». Tal vez soñaba con crear una isla prisión en mitad del Atlántico, un Alcatraz para los que huyen del hambre y de las guerras. Su vertiginosa carrera política es el reflejo de la vacuidad y el descontento con clase la política actual, cuando propuestas inverosímiles, difundidas a través de las redes sociales, son capaces de atraer más votantes que Sumar, partido en el Gobierno con el PSOE. Tras muchos dimes y diretes, Alvise ha tenido que confesar que recibió cien mil euros de un chiringuito de criptomonedas en dinero B, alegando «que todo el mundo lo hace». E incitando a no pagar impuestos a quien no le apeteciera. Todo muy edificante.

Curiosamente, sus seguidores, que se hacen llamar «ardillas», y que son los que le han llevado a Bruselas, mostraban su cabreo y decepción al estimar que se ha comportado como el resto de la clase política y que es, simplemente, un corrupto más. Muchos aseguran que «se bajan del barco». Eso sí, dejando en Bruselas, y cobrando unos magníficos sueldos, a tres eurodiputados que conforman el grupo de la extrema derecha.

Ojalá este escarnio sirva de lección para que arribistas y aventureros no sigan embaucando votantes con populismos huecos y antidemocráticos

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