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Veinte años no son nada, pero también son una eternidad chiquita, un mundo entero; o la puerta a otros mundos. Veinte años cumplió el asunto Nevenka y aún hoy logra resonar como campanada de catedral abriendo procesión a la protomártir del #MeToo de la política española, la primera mujer en atreverse a desnudar a un político de honor blindado, uno que aún puede pasearse hoy con la bragueta abierta para que le salga por ella la blonda holandesa de sus calzones como hacían en tiempos de Quevedo los lindos y petimetres por ostentar alcurnia o potencia previa, dígase el rango del mango.

Se reabre el caso. Nunca se cerró. Y aún tendrá nuevas revisitaciones. No están sacadas todas las conclusiones ni dejará de interesar el tema, esos acosos y abusos, violencia tan difícil de erradicar, si no imposible, mientras haya un sexo débil; y nadie se ofenda, su debilidad persiste, aunque la pinten hoy con un empoderamiento que es más líquido que sólido. Primero fue un libro de Juanjo Millás, después un documental de Ana Pastor y ahora la película de Icíar Bollaín, cuyo público más joven aún no había nacido cuando ocurrieron los hechos, los acosos y humillaciones que llevaron a Nevenka a elevar a tribunales tanta opresión y abuso.

Pero 20 años no son nada ni sirvieron para que el ponferradino se cure del espanto o corrija su postura si se cita a Nevenka o a Ismael. Los que volvieron a votar a un condenado por violencia de género lo votarían también hoy. Incluso hicieron suyo el criterio vergonzante de aquel fiscal burgalés que hablaba de tocarle el culo a una cajera o de la Nevenka que de colegiala iba de putilla. No son pocos. Entre ellos están quienes ayer enguarraban la rotonda de homenaje que le tributa la ciudad y mañana repetirán la injuria. Esta es la película que falta y que pide resacar lo barrido bajo alfombras, el qué hicieron entonces (y ahora) partidos, entidades, ciudadanos honorables, cargos públicos, vecindad canalla, mujerío venerando al macho y calumniadoras a pedal... Todo esto no ha ido a juicio. Y condenando sólo a Ismael, ¿todos contentos?...