Verdades tatuadas
Sin la recomendación no habría visto la serie Borgen , en Netflix, sobre el ascenso de Virgitte Nyborg, personaje ficticio que llega a primera ministra de Dinamarca. Excelente. No es una historia de igualdad de género, pues en aquella sociedad el reto está conseguido, sino sobre cómo el ejercicio del poder afecta a quien lo ejerce, sea una mujer política que quiere mejorar el medioambiente o una responsable de informativos que desea ser la mejor. Cuatro temporadas de gran calidad. Me pregunto si en España podría hacerse una serie así: aún no. Tenemos muy buenos actores y actrices, pero nuestros guionistas son demasiado maniqueos. Aquí un político conservador sería caracterizado, pongamos por caso, como alguien circunspecto que se pone gomina. Demasiado simple. Y el ecologista, como alguien que va al Parlamento en zapatillas. Demasiado simplón. Nos lastra el prejuicio. Otras democracias nos llevan muchas décadas de ventajas, y aun así no tienen concluidos el camino del aprendizaje. Uno de las enseñanzas de Borgen es que el poder, incluso ejercido con honradez, puede conllevar que te autodestruyas y dañes a quien amas. No vale todo con tal de conservarlo, como no valía todo para conseguirlo. Siempre tengo presente uno de mis pasajes preferidos de la dramaturgia —y del cine, pues lo versionó Orson Welles—, cuando el recién coronado Hal se vuelve hacia quien hasta entonces había sido su mejor amigo y le espeta en público: «No te conozco, anciano». Puro Shakespeare.
Adiós, septiembre. No has estado mal, terminé de escribir un libro, no me ha perseguido por Ordoño un tigre… pero, en mi casa, somos más de octubre. Cumplimos años. ¡Pensar que conocimos la serie «Bonanza»! Aunque uno fue más de aquella de los extraterrestres con el meñique levantado: Los invasores. Insufrible maravilla.
Sí, agradezco toda recomendación, sobre todo si me informa sobre lo que desconocía o no tenía intención de ver. «Estoy viendo una serie documental tela guay sobre vikingos que se tatuaban con sus hachas el pene…». Uf. Vale, joven lector, gracias mil, pero esa va a ser que no. Soy algo clásico, me quedé en los pinchos morunos. Pero si ves Borgen te tatuará útiles verdades acerca de la condición humana.