Piadoso matarile
Francia vio extinguirse al lobo en lo mayor de su patria natural. La ganadería, la literatura y el mito popular lo exigían. Lobo, malo. Y lobo es el hombre para el hombre, homo homini lupus , decía Plutarco. Y francés tuvo que ser el autor de «Le Petit Chaperon rouge», Caperucita Roja, Charles Perrault, cuento donde un adorable lobo feroz y astuto come abuelitas para merendar. Tampoco el cine se privó de meter miedo; una película de 1972, «La tuile à loups» (La teja de los lobos), consigue aterrarnos contando cómo en los tejados de las casas de aquella aldea alpina se colocaba una teja convexa para que al soplar un determinado viento frío la hiciera sonar con un silbo como ululando y aterrando a los lugareños en su aldea de montaña, pues tras esa señal vendrían los lobos a cenar al pueblo, terrible silbo al poder apenas su gente repeler el ataque brutal de aquellos lobos. Y se fortificaban en sus casas hasta con sortilegios, secuestrados por su propio pavor.
Una nueva sensibilidad política reintrodujo en los 90 al lobo en Francia. Hoy no cesan ataques y estragos en su ganadería y la voz francesa pesa obligando a la Comunidad Europea a cambiar ley y rigor permitiendo darle alguna estopa y cartucho a la especie, a lo que España se opone en vano; el lobo, por lo legal o no, se sigue cazando, trampeando o envenenando allí donde deja rastro de fechoría y no de necesidad. Tampoco muchos siglos persiguiéndole sin ley y con saña pudieron con la especie; es más, esa presión escarmentaba y afinaba la raza lobuna llegando a nuestros días con bastante chulería biológica. Y de poco valdrá aquí la cotizada sensibilitá animalista: «Al lobo y al pichón, un poquito perdigón». Menos lobos. Y a espabilar. Toda especie necesita un depredador o incomodidades para pulir su evolución y supervivencia. Un poco de mostacilla al culo le vendrá bien al lobo y a su familia, clan o manada. Sentirse impunes y funcionarios no les ayuda mucho. Que se ganen la ley que les proteja. Y al lerdo, ¡dadle cera!, con permiso (lo siento, primo, es piadoso matarile).