Diario de León

TRIBUNA

BOUZA POL escritor

Presión demográfica: desigualdad y pobreza

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S i la provincia de León tuviera la misma densidad de población que Haití, soportaría seis millones de habitantes, una barbaridad. El «bestial» aumento de la población mundial y su malísima distribución geográfica es un gravísimo problema muy lamentable, que genera dolorosa desigualdad incluso en la poco poblada España, demasiado concentrada en las grandes ciudades (se ataca a Madrid, no a Barcelona) y en claro perjuicio del mundo rural, de los pueblos, cada vez más vacíos. Los «mandamases», y sus aplaudidores, dicen conocer perfectamente que el 80% de la población ocupa solamente el 20% del territorio, mientras que el otro 20% se dispersa en el 80% de la geografía nacional, en pequeñas o diminutas poblaciones que tienden a desaparecer.

Pasa el tiempo y no se pone remedio. Hay que buscar soluciones, y hacerlas realidad acordando con los empresarios, con los trabajadores capacitados, con los economistas expertos de verdad en el mundo productivo, y no dejarlo todo a expensas del programa Me vuelvo al pueblo de la Televisión de Castilla y León, un gran escaparate natural, agradable, presentado por la amable y risueña palentina Mirian García, siempre dispuesta para mostrarnos lo mejor de las personas.

España va aumentando su población con la llegada de extranjeros y, según el INE, ya se acerca a los 49 millones, pero, con 506.000 km² de superficie, su densidad sólo es de 95 hab. por km², muy por debajo de Alemania e Inglaterra, pues, Alemania tiene 84 millones, 357.000 km² y 233 hab. por km², mientras que Inglaterra tiene 56 millones de población, en sólo130.000 km², y una densidad de 432 hab. por km².

La verdad es que a la provincia de León el despoblamiento le viene de lejos, de hace muchos años. En el año 1960 alcanzó el máximo histórico con 584.594 habitantes. Al año siguiente, en 1961, el Consejo Económico Sindical publicó un trabajo-estudio sobre las posibilidades de desarrollo de la provincia y aseguraba que en 1980 tendría una población de entre 650.000 y 750.000 personas. La realidad dice que fallaron totalmente las previsiones, de tal manera que en aquel año 1980 sólo tenía 515.000, es decir, 135.000 menos de lo previsto en la estimación menos halagüeña, y 235.000 menos de la más optimista y generosa. En 2018 la habitaban 463.000, y al finalizar 2023 solamente 447.000.

Está claro que desde 1960 hasta hoy, León ha perdido población, pasando de 584.000 a 447.000, en claro perjuicio para la provincia y beneficio para la ciudad de León, municipio de pequeña extensión, que en treinta años, desde 1961 hasta 1991, dobló su población pasando de 72.000 a 144.000 habitantes. Desde entonces, 1991, hasta hoy en día, ha perdido unos 20.000 hab. pero los ha ganado su área de influencia, es decir, San Andrés de Rabanedo y Villaquilambre, que en 1961 contaban con 7.700 y 4.000 hab. y ahora tienen 30.000 y 19.000 respectivamente.

El municipio de León es pequeño en extensión, sólo tiene 39 km², sí está muy habitado, y su densidad poblacional es de 3.200 hab. por km². Sin embargo, Villafranca del Bierzo tiene 178 km², casi cinco veces más que León, pero sólo una población de 2.700 hab., con una densidad de 17 hab. por km². ¿Ven ustedes lo que de verdad es la desigualdad y la injusticia?

Estos datos, indiscutibles, deberían servir como cura de humildad o escarmiento para esos «pitonisos», amantes defensores del oráculo de Delfos, que nunca aciertan, engañan a la gente, reclaman «lujos» para ellos y niegan lo básico a los demás paisanos, vecinos, compatriotas.

Está muy claro que las injustas decisiones políticas de nuestros «mandamases» siempre han sido y son culpables de las enormes desigualdades que padecemos los españoles.

Así se explica que en 1842 la ciudad de León tuviera 7.000 hab., Villafranca del Bierzo 6.000 hab., Bilbao 10.000 hab., y ahora León tiene 122.000., Bilbao 346.000, con una densidad de 8.300 hab. El municipio de Valladolid en 1842 tenía 19.000 hab., ahora tiene 298.000 y una densidad de 1.514 hab. ya que su superficie es de 197 km ². Así es la injusta realidad que muestra como ha evolucionado la situación poblacional, la desigualdad, los privilegios.

Ahora, además, la llegada masiva de inmigrantes, sin control, aumentará la desigualdad de los pueblos de España, en claro perjuicio para los trabajadores de menor cualificación y recursos económicos, es decir, obreros, que se encontrarán con «competidores» menos exigentes, mano de obra más barata, menos preparada y en principio más conformista. El inmigrante no molesta al empresario, al dentista, al notario, a los funcionarios, a los profesionales de alto rango con poder económico, social, político; pero sí es un problema más que, en cierta manera, menoscaba el poder reivindicativo de los obreros nacionales que sí tienen derecho a disfrutar de un trabajo menos penoso, mejor remunerado, más digno. El refrán dice que la cuerda siempre rompe por lo más flojo, y lo más flojo siempre es la clase trabajadora que, desgraciadamente, anda tan despistada que no tiene conciencia de lo mucho que la están tensando. Hay una tasa de paro del 12%, dicen, pero mienten, y un coste en prestaciones por desempleo que alcanza los 23 mil millones cada año.

Los irresponsables se empeñan en seguir con el engaño, pues, en estos tiempos de infamias y mentiras, de demagogia barata (que nos sale muy cara), tan propicios para el enfrentamiento, la división y el disparate general, no es de extrañar que hasta las entidades capacitadas y serias, como el Banco de España, en vez de dedicar todo su tiempo y saber a controlar y evitar posibles desmanes de la banca privada, salgan a la palestra, como profetas de los de antes, para decirnos: «España necesita 24,673 millones de inmigrantes, en edad de trabajar, de ahora hasta el año 2053».

Este vaticinio no pasa de ser una monumental estupidez, una chorrada semejante a la que dijo la ONU en 2003: «España necesitará en 2050 tres millones de inmigrantes», evidente metedura de pata de los «pata negra», en verdad peligrosos bocazas que quedan con el culo al aire ante la realidad de los hechos y la historia, pero siguen ocupando puestos de altísimo nivel con sueldos astronómicos.

Tonterías de este grueso calibre, en 2003, dieron pie a los malos empresarios para decir: «Sólo tenemos 1,3 millones de extranjeros, necesitamos muchos más para realizar los trabajos que muchos españoles rechazan aunque estén en el paro». Este «mantra», tan lleno de ignorancia y falto de solidaridad, es disparate que se repite siempre, que solamente mira por el ombligo egoísta de los que dicen: «Sólo en el sector de la construcción necesitamos más de medio millón de trabajadores, que en España no hay, tendrán que venir de fuera». Y la misma cantinela se repite en el sector del turismo, de la hostelería, del campo que, lejos de buscar personas con derechos para realizar trabajos dignos, pretenden disponer de muchos esclavos venidos de fuera. ¿No hay españoles que hagan esos trabajos? ¿Los españoles no quieren trabajar? ¡Benditos españoles que por fin se han cansado de soportar jornadas de cuarenta horas semanales y sueldos de miseria! ¿No se llenan la boca, ustedes, señores mandamases, proclamando que hay que dignificar el trabajo de la gente humilde y menos capacitada? ¿No hablaban de crear muchas buenas escuelas de hostelería para que salieran profesionales bien formados, orgullosos y exigentes, capaces de abrir sus propios negocios o prestar sus conocimientos, bien pagados, para aumentar la calidad del sector?

Lo cierto es que, por desgracia, en el campo, la jornada laboral del obrero sigue siendo la misma que hace medio siglo.

Parece que los profetas ya no son patrimonio exclusivo de las religiones. La ONU, el Banco de España, y muchos «intelectuales», han demostrado sobradamente que son incapaces de prever, con cierta garantía, lo que pueda pasar pasado mañana, sin embargo no dudan en vaticinar el futuro trascurrir de los próximos cincuenta años, ¡casi nada!, pues conocen y dominan perfectamente los flujos migratorios, las tasas de natalidad, las defunciones y un sinfín de circunstancias inestables difícilmente cuantificables.

En estos tiempos de ignorancia, hipocresía, desigualdad e insolidaridad intentan lavarse la cara y las manos muchos «buenos samaritanos» de boquilla que quieren ignorar que en España «disfrutamos» permanentemente de 12 millones de pobres, de una tasa de paro de al menos el 12%; que la vivienda escasea y es muy cara; que el PIB del año 2022, 1,418 billones, es menor que el del 2007 que alcanzó 1,474; que la renta per cápita en el 2022 llegó a 28.750 euros, igual que en el año 2006; que la Deuda Pública en relación con el PIB en el 2022 era la enormidad del 113% y en el 2007 solamente del 35,8%; que los jóvenes de hoy viven peor que sus padres y tienen peor futuro, pues están hipotecados con esta enorme deuda pública. Todo este desastre a pesar del montón de impuestos que pagamos y los muchos miles de millones que nos regala Europa, millones que la política y la «burrocracia», digo burocracia, entretienen, malgastan, no saben gestionar, y acaban perdiendo.

Opino que inmigrantes sí, bienvenidos, pero cuando se necesiten de verdad y sean seleccionados como hace cualquier empresa privada o pública.

En una democracia de verdad la mentira y la falta de honradez deberían ser motivos suficientes para el descrédito, para desaparecer de la política, de la vida pública.

Sépase que la mentira es brioso corcel al que se le da rienda suelta, y la verdad sólo es maltratado asno atado a la noria.

Con toda Burbialidad.

A la provincia de León el despoblamiento le viene de lejos, de hace muchos años. En 1960 alcanzó el máximo histórico con 584.594 habitantes. En 1961, el Consejo Económico Sindical publicó un estudio que aseguraba que en 1980 tendría una población de entre 650.000 y 750.000 personas. La realidad dice que fallaron totalmente las previsiones, de tal manera que en aquel año 1980 sólo tenía 515.000, es decir, 135.000 menos de lo previsto en la estimación menos halagüeña, y 235.000 menos de la más generosa
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