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El Gobierno ha sido incapaz de presentar en tiempo y forma los Presupuestos Generales del Estado para 2025. Ni siquiera ha enviado a Bruselas el plan fiscal exigido, que sí o sí deberá entregar en los próximos días. Lo que parece tener claro, sin embargo, según ha anunciado el presidente del Gobierno, es que nos van a subir los impuestos en 60.000 millones de euros. Nos contarán la patraña de que lo pagarán los ricos, pero ya sabemos que eso no será así. Está claro que el ajuste de las cuentas que nos exigen, una vez que han entrado en vigor las nuevas reglas fiscales en la eurozona, no vendrá vía reducción del abultado gasto público y eso a pesar de que llevamos ya casi cuatro años de recaudación récord.

La pregunta es ¿cómo es posible que, con recaudación récord y miles de millones disponibles gracias a los fondos europeos, el Gobierno siga apretando a los ciudadanos y a las empresas con más impuestos y más costes laborales? ¿Cómo y en qué siguen gastando el dinero de los españoles, cuando desde la Corte Europea de Auditores se le sigue diciendo al Gobierno que el control del uso de todo ese dinero sigue siendo deficiente? En definitiva, que siguen sin saber, como ya nos advirtiera hace casi dos años la presidenta de la comisión de control del Parlamento Europeo, ¿dónde está el dinero y por qué muchos de los pagos realizados no cumplen los requisitos exigidos para el uso de esos fondos?

Mientras, desde Economía se reconoce que al menos un tercio de la economía funciona a medio gas, como si un agente extraño fuera el encargado de la política económica del Gobierno o asumieran el informe de Cepyme que ponía blanco sobre negro las dificultades que atraviesan las Pymes a las que se somete de forma insufrible a mayores costes, impuestos, morosidad e inseguridad jurídica, lo que acaba con miles de ellas. Conviene recordar que los fondos europeos eran para dar un impulso a la economía vía la digitalización y modernización de las empresas. Hace unos días, decía Sánchez en el Congreso que en la oposición no hay nadie al mando. Es discutible. Lo que es evidente es que el Gobierno no gobierna, no gestiona y está más preocupado por satisfacer a sus socios para seguir en el poder y recitando argumentarios para contrarrestar la corrupción que les abrasa.