Falta diligencia
Vamos poco a poco hacia un callejero de impoluta corrección política guerracivilesca en cuanto a nombres —demasiado despacio para algunos, a toda pastilla para otros—, pero a un callejero en el que se atasca el tráfico, gentrifica las zonas y no existe ni un solo urinario público para aliviar a los millares de peatones de ese quimérico León de bambas, farolas estreñidas y paseos sin obras que contemplar, porque no las hay y las que hay, como el conservatorio, están paradas con la promesa de retomarse algún día. Con las cosas que dependen de la Unión ya está suficientemente probado que no se puede contar: son tantas las promesas incumplidas o que han resultado gatillazo que, cuando por fin dan salida a una, le colocan los logos junteros de todas las que permanecen perdidas en el limbo de lo inconcreto, como en la estación de autobuses, que ha quedado mucho mejor que antes pero demasiado desangelada como espacio y algo desaprovechada como valla publicitaria.
A lo que íbamos, sin desvíos. Y es que a uno le parece que el ayuntamiento de León no es bastante diligente en nada que no abunde en la promoción del paseo peatonal considerado como una de las bellas artes. Lo han afirmado los populares y, pese a ello, tiene visos de ser cierto. Plazos de obras que se dilatan meses, reasfaltados otoñales en vez de veraniegos, servicios que se devalúan e infraestructuras dañadas. La oposición lo ha expuesto de modo grandilocuente: «este alcalde nos lleva a la decadencia con una desidia que se extiende como una mancha de aceite». Pese a la pompa enunciativa —moderada, puesto que su última candidata a portar la vara municipal era de quienes decía «menester» por «necesario» y seguramente, como escribió Machado, «corcel» en vez de «caballo»—; pese al boato metafórico, decíamos, se antoja que la ciudad padece cierta degradación que, más que navegar, vuela. Rápida como Pegaso.
El tiempo, que cuando trata con sentimientos todo lo cura, cuando se relaciona con la materia produce una natural erosión y desgaste. No afirmaría uno que la ciudad esté manga por hombro, porque se ven intenciones 2030 de hacer cosas, pero sí muy descuidada en aspectos relacionados con ese turismo al que se pretende mimar por encima de los ciudadanos estables. No hace falta poner ejemplos: una visita al tradicional Barrio Húmedo basta para quedar atónitos ante el estado de sus muros y paredes.