No conduzcas con madreñas
La madreña comenzó a vestir santos cuando Turiel extendió la receta del alcantarillado y las aceras junto al alumbrado y el teléfono en los planes provinciales. Hasta entonces, casi, la intendencia para los inviernos se arreglaba de dos patadas: con las alpargatas en el san Froilán de La Virgen del Camino y con dos pares de madreñas en el Pilar de Boñar. No quedan madreñeros. Se apagó el oficio con motivo de ese repliegue del arte de caminar sobre un altar de madera hueca, aborrecido por la tontería de parecer menos por calzarte una obra de ingeniería secular, cuando llueve, leré, y rugen los clavos sobre las peñas. El bienestar de León entre octubre y abril, mayo, a veces, si venían malos tiempos para la lírica del cuquiello, se sostenía con una zapatilla de felpa y oreja encajada en una madreña; y el pie con doble capa, calentín y seco, un día, un mes, un adviento. La vergüenza arrincona a la madreña, incapaz de competir con las hunter en glamour. Bienaventurados los pies que calzan madreñas, porque jamás pisarán el lodo y el polvo del desarraigo es, de largo, lo mejor que se ha escrito sobre esta herramienta de la subsistencia de León, pastilla contra el catarro, escudo contra la artrosis, remedio contra los dedos de carajito por los que acostumbraba a entrar la miseria al cuerpo. Un momento emocionante de la madreña era el tuneo; las gomas en los tarucos, que se cambiaban de eje, las delanteras con las traseras, para aprovechar mejor el agarre y la aerodinámica; las corras de alambre que reforzaban la estructura, alargaban la vida útil y evitaban el estallido por un mal golpe. Estar como una madreña solo puede adquirir todo el significado de la expresión en León. Quienes las calzaron y gastaron, lo saben. Toda posición de fuerza tiene una de contra espionaje. En el de la madreña, fluye el cainismo endémico de los envidiosos que rabian jodidos porque hay alguien dispuesto a rendir honores a este aislante que se adelantó algunos siglos al goretex. Incluso, improvisan un tutorial sobre lo que hacer o no con una madreña entre pinreles. Uno de mis héroes anónimos leoneses se encontró varias veces de frente con la Guardia Civil en Boca de Huérgano, que solía recetarle por conducir el land rover con las madreñas puestas: embrague, freno, acelerador. Como Dios.