Diario de León

Seguridad y derechos humanos   Arturo Pereira

Arturo Pereira

Carta sin respuesta

Creado:

Actualizado:

García Márquez no estaba pensando en los emails cuando escribió su obra El coronel no tiene quien le escriba sin duda. La historia narra la angustia de un coronel que espera recibir una carta contestando a su justa reclamación por los servicios prestados a la patria.

En general, el intercambio epistolar, es eso, un envío y una contestación aunque solo sea por demostrar buena educación. Todos hemos recibido cartas que no esperábamos y que resultan difíciles de contestar. Pero, siempre las buenas maneras se deben imponer y hacer de tripas corazón dando una respuesta, más o menos obligada, a nuestros emisores.

Se trata de la comunicación en su sentido puro, tradicional. Una carta sin respuesta se parece más a una notificación de impago de Hacienda que a lo que debe ser una norma de cortesía correspondiendo a quién tiene la generosidad de escribirnos. Aunque bien pensado, a Hacienda le contestamos todos por la cuenta que nos tiene.

Es sabido que tienen la mejor base de datos de todo el Estado. Otra cosa es que le contestemos la verdad.

Los email, en definitiva correo electrónico ha venido a cambiar esa correlación entre emisor y receptor. Se ha vuelto viral la frase de: —ya te lo puse en un email— y también la de —pues no lo he visto— Pudiera parecer que estamos obligados a leer todos los emails que nos son enviados.

Es de especial significación aquellos emisarios que tienen la costumbre de enviar un email y no comprobar si le han contestado. Esto, provoca no pocos problemas cuando el destinatario ni los ve, con el resultado de que ni uno ni otro han establecido la relación emisor con receptor. Así quedan las cosas sin hacer.

Es como si los emails tuvieran vida propia y una vez lanzados ellos solos se encargaran de llamar a la puerta del destinatario obligándolo a abrir. Con esto el emisor se libera de toda responsabilidad ante errores o desastres.

Es un grave error como se acredita todos los días.

Los emails, al igual que internet tienen su origen en la operativa militar en la que la verificación de la información es vital. Pues al pasar y normalizarse en el ámbito civil, esta confirmación de mensaje recibido ha desaparecido. Tiene su lógica, aunque sea poco eficaz, dado el gran número de emails que todos recibimos diariamente.

No dejamos de ser, en cierta manera esclavos de este sistema de comunicación. Si queremos estar al día de todos los emails que recibimos debemos pegarnos a la pantalla del aparato digital correspondiente como un pez en la pecera. De otra manera, corremos el riesgo de perdernos algo.

Lo que en su justa medida es una herramienta eficaz y muy útil, se convierte en una suerte de apostasía de la eficacia pasando a un servilismo del pantallazo a modo del gran hermano de 1984, que permanentemente aparecía de forma omnipresente a modo de televisor.

Los emails han traído consigo alguna que otra desgracia para la escritura. Así palabras escritas de forma abreviada, expresiones que solo conocen los iniciados o simplemente el envío de audios, están debilitando la línea de flotación de nuestra lengua.

Ya no hay espacio para las cartas de varios folios en los que la pluma se deja mecer por la mano que responde a un sentir profundo, delicado y sincero. Escribir con pluma, como antaño, requiere presencia de ánimo y generosidad, sin prisas, un ritmo pausado y cadencioso, todo un arte.

Un email se escribe incluso sin ganas.

Un email se escribe incluso sin ganas, sin estilo
tracking