Toque de intensidad
Ya más cerca de los setenta años que de los sesenta, permítaseme escribir una columna sobre la edad. «Escriba, escriba, mozo», me dirá mi lectora centenaria, «total, si no se lo permitimos la va a escribir igual». Vale, lo cazo. El otro día Marta me preguntó no sé si con retranca o por mera curiosidad: «Por cierto… ¿no me aseguraste de novios que los Aguirre mejorabais con el paso de los años?». Contesté: «Define mejora». Porque uno hace lo que puede, dadas las circunstancias. A menudo, mientras vemos los informativos le digo meloso, como el arroz: «Uf, menos mal que me escogiste a mí y no a Trump». A veces, cambio el nombre por el de Paquirrín, Fu Manchú o Einstein. Pero lo cierto es que, sí, como pareja soy algo mejorable. Para intentar reciclarme un poco me he comprado en la Feria del Libro Antiguo El ABC de Groucho. Recopilación de textos escritos por, para y sobre Groucho Marx . Una joya, y por tres euros. Lo cierto es que me miro en el espejo y veo a un señor muy serio. Como decía Kristofferson en una canción: «Mira esa vieja fotografía tuya/ ¿estás seguro de que eres tú?». No, no lo estoy. Me reconozco por dentro, pero no pero fuera. Ayer me entrevistó Ángeles Zapata en su programa de televisión, en 987, y me preguntó: «¿Por qué dice tu mujer que eres muy intenso?». Contesté con evasivas, pero lo cierto es que esto mío de la intensidad viene de muy atrás, cuando de niño me preguntaban qué quería ser de mayor contestaba: «faquir». No pude serlo, las chinchetas me producen gases.
¿Intenso? Depende. Por ejemplo, hay quienes cada vez que ven una armadura medieval se le ponen los pelos como escarpias, a mí me entran ganas de comer sardinas en escabeche. No en todo soy intenso. Eso sí, en lo que lo soy echo chispas.
Y la semana que viene comenzaré de nuevo mi taller El Quijote de 1605 para los mayores . Tengo edad para impartirlo y hasta para apuntarme. Misterioso. La vida es intensa, no uno. Eso sí, si me toca la lotería iban a saber ustedes lo que era leer a un columnista zen. En fin, Willie Nelson, con 91 años, proclama en su última canción — Last leaf on the tree— algo muy bello: «Soy la última hoja del árbol/ si cortan ese árbol apareceré en una canción». Ah, la vida.