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EL MIRADOR
Juan Carlos Viloria

Caiga quien caiga

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No habrá impunidad. Quien la hace, la paga. Caiga quien caiga. Las tres oraciones corresponden al «argumentario» emanado del equipo de asesores de la Moncloa para contrarrestar el demoledor informe de la UCO sobre las irregularidades, corruptelas, conexiones políticas, tratos de favor, prevaricaciones varias, en grado de presunción, del denominado caso Ábalos-Koldo. Esta selección de frases hechas, contundentes pero vacías, fueron repetidas disciplinadamente por varios miembros del Gobierno empezado por su presidente. Las consignas, en este caso, sustituyeron a las aclaraciones, a los datos, a los nombres propios, que la gente necesita para componer su opinión sobre la gravedad y el alcance de los hechos descubiertos por las Fuerzas de Seguridad del Estado.

La consigna zanja el debate. Es justo lo contrario de la transparencia. Asfixia la vida política, infantiliza a la audiencia y empobrece la democracia. La portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, se ha hecho una virtuosa del mecanismo: «El Gobierno es contundente, el PP, condescendiente». Así se resume, en dos palabras, un problema complejo de conductas sospechosas de altos cargos muy próximos al presidente y a sus ministros.

El «argumentario», que ya se ha convertido en la práctica diaria del Gobierno, se basa en ideas muy simples para cuestiones y sociedades que son muy complejas. Empezó siendo, hace años, una aportación a primera hora de la mañana de la dirección de los partidos, para que sus cargos y afiliados dispusieran de material argumentativo y documentación para explicar las iniciativas del sus cúpulas dirigentes. Normalmente, eran textos orientativos que contenían un poco de documentación y algunas consideraciones, pero en ningún caso se consideraba un material de obligado cumplimiento. Podían incluir algún resumen de la prensa diaria, referencias legislativas o datos sobre la acción en el Gobierno o la oposición, lógicamente defendiendo con argumentos las decisiones de su dirección política.

En los últimos tiempos, sin embargo, el «argumentario» ha mutado en slogan, improperio, lema y brochazo dialéctico. Al ser de obligado cumplimiento y constreñir a los políticos a un marco mental y argumental anula las individualidades y convierte al aparato de partido y/o gabinetes de asesoría, en poderes omnímodos que campan por encima de la propia moral de los ministros y se extienden en los grupos sociales afines. La última ha sido referirse a la oposición que exige esclarecimiento como Los Soprano. Luego se extrañan del nivel de agresividad y crispación en las redes.