¿A quién votamos ahora?
Días pasados se descubrió el «tomate» a propósito de la votación del Proyecto de Ley Orgánica de modificación de la L.O. 7/2014. El Gobierno presentó la modificación en el Parlamento y los tontos del PP y VOX (por llamarles algo bondadoso) votaron el proyecto junto al Gobierno y el resto de la patulea izquierdista en una faena de lo más infame que se ha visto en el Congreso, Esta modificación se une a la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana que hace pocos días, igualmente, presentó EH Bildu en la Comisión de Justicia.
Sin entrar en detalles técnicos para no aburrir al lector, la modificación que el Gobierno plantea de la primera norma arriba señalada, pone en la calle sin más diatriba a una cincuentena de etarras, muchos de los cuales (se habla de al menos 23) tienen condenas por asesinato. El despiste garrafal que han tenido esta vez tanto PP como Vox, los pone directamente en la diana de las críticas más aceradas de muchos votantes de ambos partidos y por supuesto, de las asociaciones de víctimas del terrorismo. De Vox poco vamos a añadir; es un partido que hace ya tiempo perdió el rumbo y de aquellas ilusiones de 2019, de las que participó un número muy considerable de españoles (52 diputados) apenas quedan unos rescoldos. Ahora bien, que el PP de Feijóo haya cometido semejante disparate, nos enoja, nos cabrea, nos entristece y nos hace plantearnos la incógnita que afecta a toda la derecha. ¿Quién puede arreglar este desastre? Yo, modestamente, vengo defendiendo una tesis a lo largo de muchos artículos, prácticamente desde que Aznar se retiró y España entró en barrena; primero con el infausto Zapatero, luego con esa cariátide marmórea que resultó ser Rajoy ayudado por una inútil clamorosa (Soraya de Santamaría) y ya en nuestros días por ese sujeto absolutamente carente de escrúpulos que ha resultado ser el tal Sánchez. Yo me mantengo en mis trece y creo, por múltiples conversaciones con personajes diversos, que no soy el único que piensa de esta manera: mientras en la derecha no surja una imagen con carisma entre los votantes y simpatizantes, que sea haga querer, que haya demostrado arrojo y valentía ante una izquierda extremista, patibularia y mentirosa, no hay nada que hacer y tendremos sanchismo (no socialismo, cuidado) para rato. Ayudado el paradigma por filoetarras, separatistas y comunistas desorejados. No hay otra salida. Hoy, esa posibilidad no existe de manera palmaria; solamente una persona encarna en buena medida las virtudes políticas para sacar a la derecha de su marasmo y postración: Isabel Ayuso. Ella, que ha demostrado valor infinito incluso frente a los suyos. A los casados, a los sorayos y, hoy día, frente a los que quieren verla derrotada. Y hablo de los de sus mismas filas. La derecha está encarnada en dos personas, la aludida presidenta de la Comunidad de Madrid, y la portavoz adjunta del grupo popular en el Congreso Cayetana Álvarez de Toledo, quien ya sufrió, al igual que Ayuso, las zancadillas canallescas de sus compañeros de partido en numerosas ocasiones. Esa valentía y arrojo de ambas mujeres unido a la decisión y carisma de Ayuso y a la brillantez apabullante de Cayetana, hacen de ambas, hoy por hoy, el único faro de alcance de la derecha, que en definitiva se reduce al Partido Popular. Vox lleva el mismo camino que en su día siguieron UPD primero y Ciudadanos después. Una pena sin duda, pues tanto Rosa Díez como Inés Arrimadas (dejamos a Albert Rivera con sus devaneos) demostraron valor, tenacidad y ganas de vencer.
Feijóo es un tipo serio, trabajador, consecuente y al margen de cualquier tarascada tan frecuente en el terreno político. Su valía como gestor quedó suficientemente probada en su paso por el Instituto Nacional de la Salud donde tuve la suerte de conocerlo y tratarlo superficialmente en mi calidad de funcionario de carrera de la institución. Posteriormente le dio un vuelco espectacular a Correos, donde dirigió sus designios entre mayo de 2000 y enero 2003, transformándola en una empresa competitiva en el sector de la logística de comunicaciones. Aquella maravillosa tarea pervivió hasta que Sánchez colocó a perfectos inútiles que la han arrastrado hasta el desastre que hoy día ofrece Correos, como Renfe-Adif y otras tantas instituciones donde el sanchismo-podemismo ha entrado como el caballo de Atila. Feijóo, alabado tanto por Manuel Fraga como por Fernández Albor, se labró fama de político honesto y trabajador. Luego, sus continuos triunfos ya como presidente de la Xunta, lo colocaron en un preciado pedestal como político triunfador. Pero, claro, como dijo el castizo, torear en las Ventas es otra historia. Si trasladamos el símil al terreno político, Madrid es plaza de dificultades históricas, y el Congreso no es el parlamento gallego. De esta suerte, la estrella de Feijóo, mal que nos pese a muchos, empieza a palidecer y su situación personal arrastra en gran medida al resto del partido. Hay políticos muy valiosos en la órbita del PP (Rueda, Prohens, Mazón, Halcón. Luego están Miras, Mañueco, Guardiola y alguno más por ahí que ya se mueven en segundo nivel.
Cayetana es la única figura de fuste en el PP que ha pedido encarecidamente perdón por el «gravísimo error» haciendo eco de sus propias palabras. Parece que no habrá depuraciones. O en el PP se toman las cosas en serio, o esto se va al garete. O Feijóo impone rigor máximo y él mismo se reinventa como figura principal de contrafuerte al sanchismo, o su imagen (ya cuestionada) irá perdiendo fuelle arrastrando al partido por una senda que ofrece escasas esperanzas. Así las cosas, se hace pertinente la pregunta del encabezamiento: ¿a quién votamos? Se me atraganta la respuesta en este momento.