No me deshumanizarán
Advierte con desconcertante flema el arqueólogo Eudald Carbonell, célebre por sus trabajos en Atapuerca: «vamos hacia la deshumanización». Y a grandes zancadas, añado. El caos tiene prisa. Pero… ¿vamos o nos llevan a la fuerza? Nos anuncian un mundo de inteligencia artificial y los mismos que la han creado -tecnología al servicio de un capitalismo ya deshumanizado- la consideran monstruosa y amenaza potencial para la humanidad. Según Geofre Hinton, en una entrevista publicada por El Semanal : «Existe el 50 por ciento de posibilidades de que esto acabe mal, y yo no me subiría a un taxi si supiera que la mitad de sus viajes acaban en muerte». Ni nosotros tampoco, pero es al que ellos —sus inventores— nos quieren subir a la fuerza. Y ya puestos, ¿por qué no inventan la paz? Declaraba también Hinton: «La inteligencia descubrirá que para lograr los objetivos que le piden lo mejor es tomar el mando y dejarnos fuera». ¿Era tan necesario inventarla? A mí no me han preguntado si quiero deshumanizarme. Pues que sepan que no voy a dejarme, ni por la inteligencia artificial ni por nadie. Ser humano es mi patrimonio, el único que dejaré en herencia. Podrán ningunearme y/o destruirme… pero en mi propia humanidad nunca mandarán. Me matarán de un infarto virtual, pero en mi corazón no entrarán. ¿Y saben por qué? Porque lo que me mueve es tan viejo como el mundo.
El año pasado, fue invitado a impartir una conferencia en la Faculta de Filosofía y Letras y la titulé: «Vivan las Humanidades, siempre vivas». O sea, viva lo humano. Viva nosotros. A la mitad, se incorporaba Cervantes, interpretado por Ángeles Rodríguez, quien pedía a los alumnos: «Combatid por lo vuestro, que lo es de todos». A mí no me deshumanizarán. Quizá me enloquezcan, me condenen a mendigar o me destierren a un planeta deshabitado… pero no podrán deshumanizarme.
Añadía Carbonell, en sus declaraciones: «La deshumanización es nuestro mecanismo de adaptación para poder sobrevivir como especie». O sea, que además hemos de darles las gracias. Que se adapte Rita la cantaora. Aquí me quedo. Vencido, pero humano. Con risas y con lágrimas de verdad. Si es necesario, me iré con el topo de la Catedral de León. A mí no me deshumanizan.