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PANORAMA
Antonio Pérez Henares

Puente, descarrilado

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A Óscar Puente no lo hizo Sánchez ministro de Transportes para que se ocupara de que funcionaran los trenes sino para que rebuznara en twitter y se dedicara a insultar a Feijoó. Por eso es lo que había ascendido en el sanchismo después de demostrar lo bien que coceaba en el Parlamento y por eso está en el Gobierno. Y ese cometido lo cumple, sin duda, a entera satisfacción del supremo líder. y de su señora, también.

Sin embargo puede haber cometido un error. Podía haberle creado otro ministerio, total ya van 22, por ejemplo el de Bienestar Animal, donde hubiera encajado muy bien o darle alguno manifiestamente prescindible como el aquel que le dio a Garzón o rescatar alguno que hubo en tiempos, como el de Marina. Cualquiera hubiera valido, pero darle este, que le toca al personal tan de cerca y que llevaba desde finales del siglo pasado, algo inaudito en España, funcionando bien, le ha salido fatal.

Tan mal que Puente ya les empieza a no valer tampoco como insultador de guardia. Pues lo que esputa por las redes les hacer agarrar tal cabreo a quienes tienes tirados por las estaciones y a quienes les esperan y a quienes les ha pasado o les puede pasar que a quien patearían con gusto sería a él y a quien le ha puesto ahí. Si encima repite, lo hace una y otra vez, que «el tren en España vive el mejor momento de su historia», y se le ocurre asomar por alguna de las estaciones a quien puede que tiren a las vías es a él y ser lo que ya es: Puente, el Descarrilado.

Lo sucedido este fin de semana ha logrado, después de ya un largo periodo de continuos fiascos y creciente deterioro de toda la red, desde los AVEs a Cercanías, lo más castigado por su ineptitud, superar su propio listón de ineptitud y de desdén y desprecio por el daño ocasionado. Su respuesta al colapso, pues tal fue la situación en Madrid y en todas la conexiones con Levante, fue la de poner un tuit largas horas después de producirse el descarrilamiento en el túnel Atocha-Chamartín, echando la culpa a un confuso incidente muy posterior de una persona en las vías, un intento de suicidio o algo así.

La realidad era que el presunto ministro donde estaba y a donde se había ido y de donde ni se dignó a volver era un festejo y comida multitudinaria en Lugo. Puente entendió que podía seguir de fiesta y que con decir que se iniciaría una investigación porque era raro-raro lo que pasaba ya estaba todo encarrilado.

Puente está para «otras cosas» que nada tienen que ver con esto, y para una muy en particular. Para hacer de cachicán del jefe. Y no deja de resultar curioso esto de darles Transportes a sus elegidos para esta misión. Porque al ahora repudiado Ábalos, al que ya dicen ni conocer, lo puso también allí y ha sido ahora Puente el encargado de airear sus zurraspas pero con mucho cuidado de que no salpiquen para arriba ni por casualidad.

Pero quizás el Amado Líder se está empezando a dar cuenta que los palominos ferroviarios de su dilecto recuero de Valladolid si le están manchando también, y cada vez mas, a él.