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Francisco Muro de Íscar

¿Como un cohete?

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Están judicializando la política sin parar, abusando, una vez más, del decreto ley para fines no justificados ni urgentes, como es el control de RTVE para los próximos seis años, pagando lo que exigen a los socios de Gobierno para no perder el poder o enfangando el debate político como pocas veces se ha visto. Pero hay algo que parece que va bien y en ello insiste siempre que puede el presidente del Gobierno: la economía.

El FMI y el Banco de España, entre otros, confirman el alto crecimiento de la economía este año —no tanto el que viene— el paro desciende, la inflación se modera. La economía va «como un cohete», lo dice Sánchez sacando pecho. Deberíamos hablar más de economía y menos de otras cosas. Y no lo hacemos, no interesa. Si alguien se maneja bien en el fango y saca réditos, para qué acudir a otros asuntos. Hay datos que ponen en duda ese panorama tan optimista.

El crecimiento es superior a la media europea pero la renta per cápita, resultante de dividir el PIB entre el total de los ciudadanos, está muy por debajo de la media europea y la población en riesgo de pobreza llega al 26,5 de la población. Hay 932.000 hogares con todos sus miembros en paro y el 3,5 por ciento de la población acude al Ingreso Mínimo Vital para sobrevivir, una ayuda que, por la burocracia y la mala gestión, no llega a la mitad de los que podrían solicitarla. El 50 por ciento de los inmigrantes también están en riesgo de pobreza.

El gran problema de la economía es la falta de innovación y modernización y de inversión privada y pública en I+D, estancada desde 2012 —sólo hace falta ver lo que está pasando con la red ferroviaria o con la vivienda— y eso a pesar de los fondos europeos.

Pero, además, arrastramos dos graves problemas a los que nadie da respuesta. Uno de ellos es que la productividad media española es tres veces inferior a la de Estados Unidos o Alemania por poner un ejemplo —en parte también por falta de innovación—. El otro, el absentismo: más de 1,2 millones de personas no van a su empleo cada día, los lunes, 1,5 millones. Y eso no parece que se vaya a arreglar reduciendo la jornada y manteniendo los salarios.

Tampoco se arregla con la demonización de los empresarios. La empresa familiar aglutina el 94,2 del tejido empresarial, representa el 70 por ciento del empleo privado y aporta el 57 por ciento del valor añadido bruto privado. Pedro Sánchez no acude al Congreso de la Empresa Familiar desde 2018, el año en que los allí presentes le abuchearon. Los empresarios se quejan de las barreras regulatorias y administrativas, del crecimiento de las cargas fiscales y laborales, de la conversión de impuestos extraordinarios en ordinarios, de la falta de seguridad jurídica, del exceso de litigiosidad, de la lentitud e ineficiencia de la justicia.

Mientras crece la presión fiscal —sólo hasta julio empresas y trabajadores han pagado 6.600 millones más en aportaciones— y se dispara la recaudación por impuestos indirectos, crece el gasto público no productivo. Funcas ha avisado de un agujero fiscal de 8.000 millones en 2025 que exigirá o reducir el gasto público o aumentar los impuestos. ¿Por qué apuestan ustedes? Estamos demonizando también el turismo, que es la primera industria nacional y que se ha recuperado tras la pandemia, pero que también necesita inversiones para ser más competitivo. No se puede matar la gallina de los huevos de oro.

Y, finalmente el empleo. La tasa de paro baja poco a poco pero sigue rozando el 11 por ciento y si se hacen las cuentas con rigor y sin «trampas», se acercaría al 13, el doble de la media europea.

Los servicios públicos de empleo son ineficaces e ineficientes. Y si no fuera por la incorporación de inmigrantes a los trabajos más duros que se niegan a hacer los españoles, esa cifra sería peor. Mientras tanto, las empresas están demandando perfiles profesionales que no existen en el mercado.

Habría que hablar de la cesta de la compra, de la agricultura, de la temporalidad en el sector público, de las pensiones, de la fiscalidad autonómica, del fracaso de fondo público de pensiones impulsado por el exministro Escrivá, del clima político que echa para atrás a potenciales inversores. Europa no tira. Deberíamos hablar mucho más de la economía real, pero ¿les importa eso a los políticos?