Diario de León

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C omo anda Andrés presentando « Me piden que regrese» por toda España, le gusta reiterar una idea que se hace senda en esta su última novela: « Realmente lo que mueve al mundo es la capacidad de amar, no el dinero ». Menos mal. Es visión ciertamente esperanzadora. Pero no es verdad, no toda la verdad y sólo a medias con otras verdades pesadas, y ahí va en primer lugar el sexo, la potencia dominadora del nabo encabritado. A más poderoso el macho, más yeguada o harén. Y amén, la especie acata.

De joven Andrés leía con fervor y acopio a Freud, que demostrada de forma incontestable que el principal motor del mundo era el sexo, especialmente el que bulle o ruge en nuestro subconsciente, nuestros secretos y fantasías. Freud era nuestro instructor y liberador de represiones y conductas engañosas. ¿Qué diría desde su psicoanálisis viendo lo que se estila en este tiempo? Por ejemplo, ¡música, maestro!: «Y en estas llegó Errejón; se acabó la diversión, llegó la evidencia y mandó apagar» (y al fondo, Freud, con sonrisa maligna). Lo tenía todo el rapaz, este Errejón pertinaz, lenguaraz, mordaz, capaz, sagaz... y voraz si había que tirar de portañela y obrar como un alfa/omega (feminista, pero no tanto), que lo macho ahí estuvo con todo su alarde: tírote a la cama y desbrágote, rapaza, lámote les tetes y vengan después carretes cargaes de un sí, de un no y de un según (y otra vez la risa pedorri de Freud llegando a su conclusión más vulgar: «más tiran dos tetas que dos carretas», el sexo es el combustible). Lo tenía todo y fulminó su futuro. Por la boca muere el pez y por la bragueta el canelo cazaconejos. Y si ya está visto que de machista no se libra nadie, sea juez, fontanero, profesor o cantinero, no tendremos derecho la próxima vez a poner la cara pánfila o incrédula que hemos puesto al conocer esa Errejonada, esa feria, esos ruedos, esa casta, ese banderillear culitos para que se vea quien manda con la muleta de orador incisivo y corrosivo (aunque también podrá aliviarse algo a la sombra del Emérito, cuyo pijo errático tanto le ha costado al Estado).

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