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María Concepción Ordóñez tiene 86 años y ha perdido casi toda su visión, pero no la mirada; la suya es limpia y alegre como una película de Fred Astaire y Ginger Rogers. Nos ha contado su historia, en un precioso reportaje de Carmen Tapia publicado en este periódico. No todas las luchas son violentas. El castellano permite diferenciar entre ver y mirar, pues no representan la misma acción, del mismo modo que tener opinión y tener criterio no son exactamente lo mismo. Afirma desde su avanzada degeneración macular: «Casi no veo, pero prefiero vivir sola; que me recuerden feliz y bailando». Qué bella proclamación de vitalidad. Ahora bien, a partir de los noventa, cuidado con el breakdance, aunque sea deporte olímpico. Ah, nuestros ojos; de jóvenes nunca les damos las gracias por todo lo maravilloso —pequeño o grande— que nos han permitido contemplar en la jornada. Y sí, qué bonito desear ser recordado feliz y bailando. Casi todo el currículo profesional se acaba deshilachando en el tiempo, solo nuestras verdades afectivas permanecen inalterables. Casualmente —o no—, el pasado domingo en la lectura del evangelio se contaba que Jesús, en el último milagro de su vida pública, sanó la ceguera de Bartimeo. Supongo que desde entonces este bailaría feliz a todas horas, fascinado por cada descubrimiento doméstico, incluido el horroroso souvenir de Gomorra. «¡Bartimeo, deja ya el claqué, son las tres de la madrugada!», clamaría el vecino de abajo; y él, respetuoso, se pasaba a la danza húngara. Cualquier siglo aparece en una vasija un evangelio apócrifo con su historia posterior. ¿Montó una cadena de academias de baile?

No hay peor ceguera que la del corazón, ni más ciego que el que no quiere ver ni mirar. Minorías quieren imponernos el espejismo de que la vida no es bella, y lo es pese a tanto horror y dolor.

«Visto lo visto, Aguirre va a terminar la columna y no escribe sobre el 0-4 del Barça al Madrid», estará farfullando mi lector capciosillo y culé. No hay tal escaqueo, de milagro no nos metieron cinco o más. Uf. Pero hasta un resultado algo adverso tiene su según se mire: fue uno menos en Canarias. Ah, la vida, siempre enseñándonos a mirar. Muchos y felices bailes, doña María Concepción.