Diario de León

Álvaro Caballero
​La liebre

Contar los muertos

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Las capitulaciones de este octubre dejan centenares de cadáveres en el quicio del mes de los difuntos. Noviembre nos arrastra a contar muertos como una ofrenda macabra al calendario que nos apelará, cada otoño por estas fechas, para que recordemos una catástrofe que nos concierne porque nos acerca en su espejo. Los relatos apocalípticos de los huracanes americanos, las sequías del cuerno de África, los ciclones asiáticos, las tormentas tropicales tocan tierra próxima, en Valencia y Albacete, donde cavan ya un hito en el calendario al que asomarnos para entender que, no a diez telediarios de distancia, sino aquí al lado, en el arco mediterráneo, la fuerza de la naturaleza no nos es ajena. El llamamiento lo atiende la respuesta de la ciudadanía. Sin llegar allí, donde el pueblo ha tomado las calles para cubrir los vacíos de las administraciones, la solidaridad asienta los puentes entre territorios con episodios de orgullo ciudadano. La imagen desbordada de la plaza del Espolón con miles de kilos de donación de alimentos y enseres, las movilizaciones de empresas y las cuentas abiertas por colectivos sociales para canalizar fondos desde León exhiben la fraternidad de la réplica extendida por todo el país. Sin fronteras, ni exclusiones, la marca España se revela en este modo de afrontar la adversidad que se siente como propia.

La contestación de la ciudadanía —ajena de los rateros que asaltan para hacer negocio y carroñeros de los bulos que buscan un rédito político o ideológico en el caos— revienta las costuras del funcionamiento del Estado y los pliegues del dobladillo de las autonomías. La miseria de las competencias avergüenza a unas administraciones que han llegado tarde a dar respuesta a las necesidades de intervención, además de que han obviado la gravedad de los avisos de los profesionales de la Aemet. La profesionalidad de la UME y el Ejército, la entrega de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y la cercanía de las redes de población en pueblos y barrios atenúan han atenuado el desamparo. Habrá tiempo de responsabilidades y de aprender que la ordenación lógica del territorio, sin la especulación, ni el atentado contra los cauces naturales, requiere ahora una nueva concienciación social para prepararnos cuando suenen las alertas. Vamos a empezar por atender a las víctimas y contar los muertos porque estas campanas doblan por nosotros también.

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