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La aún inasumible tragedia de la dana ha despertado un torrente de solidaridad, que necesita por una parte ser encauzado para que sea efectivo, y por otra ser controlado para evitar fraudes. Y ya se están sucediendo, como han advertido este fin de semana en varias parroquias y asociaciones. El despliegue de centros de recogida de alimentos y productos de primera necesidad, también de fondos, ha regado la geografía nacional igualmente de pillos que, incluso con chalecos y distintivos de las más conocidas instituciones benéficas, pregonan recaudar para las víctimas lo que en realidad guardan para sus bolsillos. El fraude camina, como ha hecho siempre, parejo a la solidaridad más desinteresada. Por eso, a la hora de querer apoyar a los damnificados, la mejor vía es acudir directamente a las organizaciones o administraciones que han habilitado herramientas de ayuda. Ni voluntarios ni cuentas al azar. Ojo, no hay desgracia que escape a la rapiña.