Pos almadreñes
Dijéronle que el plural de almadreña podía facese’n lleunés legalmente como almadreñes. Pos joite y baila, díjoles Eladio, y digamos almadreñes con ciertu mieu, que ellas y elles ya pueden hoy con el envite, aunque tampoco así le quitarán el tufo moro a la almadreña, moro mozárabe, cristiano cañí que dejó por aquí iglesias que son mezquitas de sencillo primor. Trajeron sus ritos, gustos y finos saberes árabes tras dos siglos conviviendo con el Islam en el califato cordobés hasta que los de la yihad airada jodieron la convivencia. En León semos muy nietos de lo mozárabe y del carácter que insufló aquí su nutrida repoblación del siglo X, un esplendor de dos siglos de vida que se quedó en cazurro arruinao cuando los reyes leoneses (que Alá confunda) fulminaron el vigor y poder de lo mozárabe como Iglesia oficial que eran y llenaron esto de franceses vestidos de benedictinos comendatarios que follaron a modo a nuestros monjes moros, toledanos o cordobeses de cármenes floridos, gente más leonesa que la morcilla en pan de hogaza. Y al carajo que se fueron los mozárabes, pero sin dejar de reburdiar un largo tiempo. Y a las madreñas (que vienen de madera , y del latín materia ) le pusieron su artículo moro «al». Nuestra almadreña (como la gallega, asturiana, cántabra, vasca o castellana) no deja de ser el zueco europeo como el holandés, aunque el nuestro es cosa más altiva, se le ponen tres patucas o tacones, dos delante y uno al talón; y tras desgastarse se les reponían con tariles o tarucos nuevos de avellano o roble. Y parece mentira que siendo de una sola pieza de madera (aliso, haya y, la fina, de nogal), tenga todas estas partes: pico, papo, capilla, boca, flequillo, casa, calcañar y pies. Y en cuanto a adornos, manda el albedrío y el arabesco. Y si el lector quiere ver madreñas del XIX en óleo viejo, vaya al cuadro de Álvarez Catalá que pintó en 1872, Filandón en Monasterio de Hermo, pueblo y casa paterna cerca de Cangas de Narcea, puro filandón asturiano, el de llareira, todo un teatro de lana y pandero, veinte gentes ahí... y toda una lección de almadreñas.