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Eduardo Aguirre

Al trasluz

Luminoso cuento oscuro

Hay muchas formas de despedirse a lo grande, la sencillez es una de ellas. No sé si la última película de Eastwood será la que cierre su filmografía, pero tras ver Jurado n.2 uno desea más adioses como este. Otra gran película, que quizá pase desapercibida, pues aquí los coches no vuelan. Solo salen seres humanos, actos y sus consecuencias. Decisiones. Secretos. Y el remordimiento, ese eco de casi todas las historias de Eastwood; o la ausencia de él. ¿Sencillo? No, qué difícil. No voy a destriparles la historia, pero sí puedo proponerles que no se la pierdan, en el caso de que sean aún de quienes les gusta este arte por desgracia ya en extinción. A sus 94 luminosos años nos ofrece un luminoso cuento oscuro. ¿Es justo que un machista violento sea condenado por un asesinato que no ha cometido? ¿Y que el azar destruya una felicidad lograda tras sufrimientos? ¿Puede haber paz interior en la mentira? Su cine es para adultos, no porque sus temas sean escabrosos sino porque llama a la soledad por sus múltiples nombres. Lo he expresado otras veces: aplaudo a los jóvenes creadores, pero mi corazón está con los viejos, que me hablan de conflictos morales. La vida no es justa, pero nosotros hemos de intentar serlo. El malo duerme apacible; al bueno, una duda le impide dormir. Trump volverá a presidir Estados Unidos. Legítimo, pero ¿justo? No lo es.El chef José Andrés ha llorado en Valencia, durante su ayuda a quienes más lo necesitan. En sus lágrimas tampoco hubo efectos especiales, pero sí milagro: más de 55.000 comidas repartidas con la ayuda de más de 20 restaurantes. También ha donado dinero y difunde mensajes de esperanza. «Los jóvenes no aceptan ni un sándwich ni agua para no quitársela a la gente que la necesita más. España es un gran país», ha declarado con emoción. No podemos elegir la fecha de nuestro nacimiento, pero sí -en alguna medida- cómo envejecemos. Eastwood ha elegido la suya: seguir dirigiendo películas. Gracias, maestro. Y que sean muchas más. Fui a verla con Marta y con dos viejos compañeros de la redacción de Lucas de Tuy. Luego, ya en casa, me reí solo al darme cuenta de que entre los cuatros sumábamos dos siglos y medio largos. ¿No es maravilloso el calendario?

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