Diario de León

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Sí, ya sé que medio mundo anda conmocionado por el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos. Y más conmoción aún sentimos los ciudadanos españoles ante la tragedia de la DANA que se ha cebado en el País Valenciano. Pero en esta ocasión, acaso porque me acabo de bajar de un tren, este artículo va de trenes.

No soy experta en trenes ni en vías, aunque sí soy usuaria de la red de ferrocarriles, no solo de nuestro país. En los últimos meses rara es la semana en la que no me subo a un tren, de manera que, como usuaria, me permito opinar del caos que desde hace tiempo se viene produciendo con los trenes y sus vías. La pregunta es si sólo se debe a la mala gestión de las obras que se están llevando a cabo en la estación de Chamartín de Madrid, o si hay algo más.

Sinceramente no tengo la respuesta a esta pregunta que hago en voz alta, o mejor dicho en «voz» escrita.

Lo fácil es echar «pestes» contra el ministro Óscar Puente, evidentemente el responsable último de cuanto sucede en su negociado que es el transporte, pero eso amén del desahogo de los usuarios irritados, entre los que me encuentro, no sé si es suficiente. En mi opinión hasta el momento el ministro no ha dado explicaciones creíbles sobre por qué se está originando el caos en las líneas de ferrocarriles que desembocan en Madrid en la estación de Chamartín. Ignoro quién es el listo, o la lista, y las razones por las que se les ha ocurrido ir desviando a Chamartín los trenes que hasta ahora desembocaban en la madrileña estación de Atocha, situada en el centro de la ciudad. Una estación como la de Atocha, además de tener solera, es más cómoda para los usuarios y mejor organizada.

La madrileña estación de Chamartín es caótica, incomoda, deslavazada, etc, etc, etc. Y las obras que están llevando a cabo no parece que vayan a servir para hacer de ella una estación mejor. No sé a quien se le ocurrió medio desmantelar la «estación del Norte» de Madrid, otro ejemplo de una estación en medio de la ciudad. Desde allí viajé por primera vez al extranjero rumbo a París. Siento una pena enorme cuando viajo por España y encuentro en desuso las viejas y bellísimas estaciones en ciudades y pueblos. Pero no se trata de azuzar la nostalgia sino de reclamar una gestión eficaz de la red de ferrocarriles en España que, dicho con sinceridad, es lisa y llanamente bastante deficiente. Les confieso que ahora, cada vez que tengo que ir a la estación de Chamartín, lo hago con recelo.

El ministro Puente lo que no debería es ofender la inteligencia de los usuarios asegurando que los trenes nunca han funcionado mejor que ahora. Un poco de humildad...

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