Seve querido
Maldigo la hora en que aquí te escribo, maldigo la ceguera de la puta muerte a la que miras a la cara en este instante con una serenidad que me admiraría en ti si no te supiera hijo de la entereza resignada de tu madre y del estoicismo en su destino de guerra de tu padre, nuestra Laurita y Porfirio, esperando los dos a recibirte y llevarte con todos los que ahí nos aguardan y nos reviven en la memoria, Míguel hermano, tías Vinda, Carmina y Lita, las últimas, tío Seve en padrino, el tío cura César que te abrió senda al dibujo y al óleo de tus lienzos deslumbrantes, tío Vitalino, tío Luis, Andrés, Ángel, Rosina, Ramona, Tomás, Marcelo, Patro, o Pedro hace nada, y los primos Pedro, Andrés, Fran o Luis, y la hija de tu prima Blanca, vilmente asesinada en Bruselas, todos en ese abrazo de la sangre hecho guarida, cariño y una paz ya duradera sin cuitas, pleitos o ruidos, esa «Calma» del bien llevarse que ruega el cartelito de la puerta de tu casa en Navafría de la Sobarriba donde el amor desvelado de Rosario te ha venido dulcificando los rejones del dolor en toda esta lotería canalla de un cáncer matón... y muy cobarde y joputa al elegir a la gente buena-buena. Tú.
Claro que nos parte el alma el irte y que nos faltes. No te duela, es más deuda que cariño, eres el mejor de la contrata y encima te eligen «enfermo preferido» los ángeles con bata que te han cuidado este tiempo... ¿qué las das?, ¡el corazón por fuera!... Ve tranquilo y feliz, querido Seve, el hermano que más de cerca y dentro nos toca. Has vivido y has cumplido en muchísimo más de lo debido. Dando por norma. Recibiendo no siempre. Siendo centralita y lumbre de encuentro. Y viviendo lo soñado un día: ¡pintar!, enguapecer la vida. El mejor paisajista de lo leonés por más que lo niegue tu maniática modestia. Y has vivido la tierra, los ríos, los libros de paseos que me pintaste, sitios, gentes, la nieve... Ve con gran paz, queridísimo Seve. Y haberlo iniciado el otro día todos juntos con viático, rezo y al final cava fue un detalle de la elegancia moral que te adorna. Y por eso vivirás siempre en nosotros. ¡Vive!