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Cualquiera puede tener un cáncer y superarlo

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Me disgusta comprobar que no hay dinero para pagar un buen sueldo a médicos y enfermeras y sí lo hay para derrocharlo en beneficio de inútiles trincones como Josep Lluis Carod-Rovira, al que la Generalitat catalana, de extrema derecha, ha enchufado de asesor en el Hospital Santa Tecla de Tarragona». (Bouza Pol, escritor)

He sido enfermo de cáncer, y estas son algunas cosas que escribí durante el tratamiento. Espero puedan ayudar a los compañeros que están sufriendo. He tenido mucha suerte, he sido bien atendido. Mi apoyo total a todos los que padecen esta cruel enfermedad, en especial a los de El Bierzo que no tienen la suerte que yo he tenido.

17 de diciembre de 2015: No hay que tener miedo. Cualquiera se puede poner enfermo, sin esperarlo, aunque lleve una vida moderada, austera, equilibrada. Entré en Urgencias del Hospital y me ingresaron durante una semana para hacerme todo tipo de pruebas. Me trataron muy bien. Tenemos unos médicos y enfermeras excelentes, de mucha calidad humana y profesional, que manejan a la perfección toda una gran cantidad de equipos de exploración y de diagnóstico de altísima y avanzada tecnología. Las operaciones quirúrgicas, afortunadamente, ya no son como antes, pues ahora se utilizan métodos y sistemas casi increíbles que causan a los enfermos mínimos trastornos e inconvenientes. Yo confío en nuestra sanidad y en los médicos. No obstante, pido a los amigos creyentes que, si tienen un momento, rueguen a Dios por mi curación. Estamos ya en Navidad y no quiero molestar ni ser pesado ni amargarle la vida a nadie recordándole mi enfermedad. Antes de escribir todo esto lo he pensado mucho, y he decidido no esconderme, dar la cara, «hacerme el valiente» mientras pueda, pues, no debo engañarme y quiero decir que confío en Dios y en los médicos mucho más que en mis propias fuerzas. Estoy esperando a que me citen para operarme. Os pido disculpas y os deseo muy Feliz Navidad..

29 de abril de 2016: «Estimados amigos: Estuve 59 días en espera de que me operaran, y, como soy un tío con mucha suerte, todo ha salido muy bien, así me lo han dicho en la UCI, nada más despertar, estando panza arriba, en penumbra, con muchos «cables» enchufados a mi cuerpo y a unas máquinas, era el día 10 de febrero, y ya iba entendiendo que estaba vivo, y que la goma, el catéter, o lo que sea, que tenía en la carótida, me impediría mover la cabeza hacia la derecha, y los otros enchufes no me dejarían girar a la izquierda. Ahora, afortunadamente, después de 79 días, ya esto algo recuperado de defensas, y mi equipo, en general, es decir, corazón, cerebro, riñones, hígado... defienden bien y van soportando... No me quejo, estoy animado, y contento incluso: Dios me ayuda, y las enfermeras son ángeles tan amables y cariñosas que si cierro los ojos y me concentro puedo ver sus alas y sus auras. Tengo las yemas de los dedos de las manos (y de los pies) muy sensibles, me molesta especialmente el contacto con las cosas frías, por eso escribo con guantes de lana. Mi cuerpo pasa del calor al frío y del frío al calor con total libertad, pierde fuerza, pero el corazón y el cerebro van resistiendo a base de esperanza. Quiero creer que esta semana no me molestarán tanto los olores, ni tendré la horrible sensación de estar sucio por dentro. La quimio es muy dura. El zumo de naranja me sabe mal, el agua fatal, e incluso los huevos fritos con patatas, ajos y salsa de tomate. Todo me disgusta, me provoca vómitos, y algo tengo que comer. Debo beber mucha agua y hacer mucho pis, no paro. La quimioterapia es muy dura, pero seguiré luchando. Me tratan como a un rey. Gracias a todos.

26 de mayo de 2016: Recuerdo que en Urgencias me atendió divinamente la doctora Monteserín, natural de Lugo, que decidió ingresarme en la planta de Digestivo. Durante la semana que permanecí allí se ocupó de mí la doctora Domínguez, zamorana. Dos meses después me operó la doctora Reyes Álvarez, asturiana, de manitas de oro. Ahora me trata muy bien la oncóloga Mari Carmen Castañón, y las pastillas de farmacia me las entrega Belén Matilla, muy amable. He recibido muchos pinchazos, también colonoscopias y escáner, todas las enfermeras y auxiliares han sido, y están siendo, muy eficientes, amables y cariñosas.

31 de agosto de 2016: «Este verano, en mi pueblo, hizo tanto calor que hasta las lagartijas buscaban la sombra y se abanicaban con sus colas. Yo, como no podía tomar el sol ni bañarme en las dulces aguas del Burbia, he pasado mucho tiempo con ellas, disfrutando de su saludable compañía. Estoy mejor, contento con las muestras de afecto que me han dedicado los amigos, y también porque ya sólo me quedan por tomar, de momento, ochenta y cuatro pastillas.

22 de septiembre de 2016: «Gracias a Dios, al Santísimo Cristo de la Esperanza de mi pueblo, gracias a los médicos, a la familia, a los amigos, este viejecito que soy yo, está superando el cáncer. Han sido muchos meses muy duros, pero ha merecido la pena luchar, soportar el «calvario» que me tocó en suerte. He quedado libre. Sé que algunos de vosotros, queridos amigos, lo estáis pasando mal soportando esta cruel enfermedad, os animo a seguir peleando hasta vencer, pues sois, sin duda, mejores que yo, más valientes y sufridos. Muchísimas gracias. Un fuerte abrazo, con mi gratitud».

El 8 de septiembre de 2011, cuatro años antes de este breve detalle de hechos, había escrito el artículo «El cáncer se está cebando en El Bierzo». Entonces, no imaginaba, pero sí temía ser yo también una de sus muchas víctimas, hoy una víctima afortunada, pues, a pesar del sufrimiento y de las secuelas, que me han quedado, puedo contarlo, decir que he tenido mucha suerte y mostrar mi profundo agradecimiento a todos los que tan bien me han tratado.

En Salamanca, los expertos médicos que estudiaron «mi caso», lo del ADN y la herencia genética, llegaron a la probable conclusión, más o menos, de que era yo un caso bastante atípico, que se escapaba del perfil pre-determinado, pues siempre he llevado una vida moderada, austera, en especial en los hábitos alimenticios, nunca he tomado bebidas alcohólicas, ni siquiera el vino de la bodega de mi padre, tampoco refrescos, golosinas o bollería. Fumé poco y dejé de hacerlo 35 años antes de este percance. He sido, y soy, casi vegetariano. Hice deporte, no estuve gordo, ni manejé productos tóxicos. Soy ecologista, sin carnet, amante de la naturaleza, he plantado cientos de árboles y, haciendo un gran esfuerzo, he donado sangre mientras pude, ahora soy colaborador de la AECC.

Concluyo diciendo que tuve buena salud, que sólo conocí las enfermedades infantiles, aunque sí era hipocondríaco y lo pasaba mal con sólo entrar de visita en un hospital. Antes de «mi cáncer» llevaba siete años sin haber pillado ni un un catarro. Uno no sabe la fuerza que puede tener y lo que puede ser capaz de aguantar. Yo, el más cobarde de todos, he tenido los brazos como los acericos, las venas muy desgastadas (ahora, después de tanto tiempo, están un poco mejor). He sufrido mucho, he perdido cualidades, pero, de momento, aquí sigo, aquí estoy. Perdonen si alguna vez meto la pata, ya tengo una edad... Mucho ánimo, mucha esperanza e ilusión, nunca podemos darnos por vencidos. (A mis biznietos les diré que esta enorme cicatriz que me ha quedado es culpa de un pirata violento y cruel que me atacó con toda alevosía). Con toda Burbialidad.