Radio... actividad
Participé hace días en un programa de nuestra tele local, de aquí y de esta casa. Lo dirige un todoterreno de esta radio también local y de onda nacional, «esRadio», Arturo Martínez, en su radiar de siempre: informar, averiguar, entretener y estar al tanto, aunque teniendo ahora su ventanita también en la pantalla, «AnalizaLe». Y allí nos arrimó a Mures a Chamorro y a este menda; algunos ya algo viejos y consabidos. De ecos de la radio iría la cosa con una pregunta que todo lo que tenga de absurda lo tiene de espoleta: «de ser un alimento o comida, ¿cuál sería para usted la radio?»... Luis del Olmo, en videollamada, confirmaba que la radio lo ha sido todo para él y que de parecerse a un alimento sería necesariamente un botillo... ¡aquí Radio Botillo del Bierzo llamando a Radio Cecina de León!, que fue lo que eligió Mures, cecina, y contó su gazapo al decir una vez Miércoles de Cecina, insuperable slogan para alargar el Carnaval, cecina al canto «por do más se peca» (explótese esta idea). Y Chamorro, cantor de su bodega en Villalobar, eligió el chorizo leonés, imbatible, el mejor del orbe. Así que me lo pusieron a güevo; a mí la radio me supo y me sabe a cocido maragato, el de las siete carnes y dos vuelcos y, tras la sopa final, natillas y mantecadas, que somos muy finos y devotos de una monja astorgana y braguetera (así me lo aseguró Pereira) que desertó llevándose la receta del mantecao a las norbertinas premonstratenses allá en Toro, donde murió en olor de obrador más que de santidad hace ya mucho, en 1963 o por ahí. La radio, como ese cocido de al revés, ha de empezar por lo sólido, lo que interesa a la mayoría o remueve el mecanismo de estos organismos en sus mismos atavismos... ¡venga un primer plato con las siete carnes!... y al fondo de la fuente, munición de garbanzo pardalero y verdura hervida, y al fin la sopa regando cañería y disponiéndola radiofónicamente a lo ameno, lo divulgativo o a la sana polémica de sobremesa con su cafelito, su orujito, su mantecadita y su rollo largo. La radio ha de ser un cocido generoso. Y a eso me sabe.