Diario de León

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Democracia es la de Estados Unidos, no la de Venezuela, Irán, Cuba, China o Rusia. Democracia es lo que sucedió el martes pasado y ha sacudido hasta las raíces los fundamentos del sistema político americano. Enhorabuena a Trump y enhorabuena a Harris, pese a todo. Ambos le han dado una lección al mundo con su forma de jugar la viciada partida del ajedrez electoral, resuelta del mejor modo posible: escuchando la voz del pueblo.

Esa voz revolucionaria que en Venezuela y en otros sitios del planeta se persigue a diario con encono para silenciarla y aplastarla. Es una indignidad democrática la existencia de una izquierda, heredera de los peores tics de la Guerra Fría, que contempla con desprecio el espectáculo de la democracia americana y se entusiasma con las infames payasadas de Maduro y otros dictadores del mal llamado Sur global, con cuyos ladrillos algunos pretenden construir un futuro alternativo.Los americanos votaron en masa a Trump, expresando así el deseo rotundo de tenerlo otra vez como presidente. Ellos sabrán por qué. Trump es un monstruo, no hay duda, pero es real, un monstruo real, no la personificación de un algoritmo fallido como Harris, puro cómputo informático, un producto diseñado por robots sin pensar en los problemas reales de la gente. En la era de la inteligencia artificial y la burocracia algorítmica, no es absurdo que la inteligencia natural del votante elija a un animal político como Trump. Los españoles no hemos votado a Sánchez en masa y tenemos que padecerlo como presidente, conspirando para mantenerse en el poder contra la voluntad mayoritaria. Y tampoco sabemos por qué. La democracia no vale igual en todas partes, por lo visto. Nuestra democracia, en todo caso, funciona contra natura: perjudica a la mayoría y favorece a las minorías. Tenemos un grave problema.Una democracia desnaturalizada, casi cincuenta años después de la muerte del dictador, una democracia degradada por los abusos de una casta política ineficiente, es otro error que no debemos permitirnos, aunque solo seamos un Estado miembro más de una Unión Europea descaminada y no una nación admirable como la americana. En esto, Trump también se equivoca. América ya es grande, lo ha sido siempre. Mirémonos en este espejo modélico y aprendamos de sus decisiones. En caso contrario, sería nuestra ruina definitiva en un escenario mundial donde las bromas económicas y las políticas erróneas cuestan demasiado caras. Una cosa tengo clara, después de todo. Sin democracia no hay futuro.

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