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Hubo una terrible burbuja inmobiliaria, y un montón de desastres más en España, pero siempre sabías que el AVE era puntual y te quedabas tranquilo. La puntualidad del AVE era una religión, era algo que no te iba a fallar nunca, como un padre o una madre. Hubo una crisis económica, pero del AVE te podías fiar. No te subían el sueldo, pero allí estaba el AVE, reluciente, con asientos de cine. Te mandaban a trabajar a otra ciudad, y el AVE te echaba una mano. A Zapatero y a Rajoy lo único que les funcionó siempre fue el AVE. Que te quedabas sin amigos, siempre podías coger un AVE para encontrar nuevos amigos en otra ciudad. El AVE era una dimensión ibérica desconocida.

El AVE cambió España. Y tenían un compromiso contigo. Por fin, alguien en España se exigía a sí mismo el cumplimiento de su función y si no lo hacía te indemnizaban. Si se retrasaba 15 minutos, te devolvían la mitad del billete. Si treinta minutos, el billete entero. Todo ese compromiso se fue al carajo. Cuando vi que Renfe anulaba esas pequeñas indemnizaciones, que eran una muestra de respeto, me di cuenta de que algo gordo pasaba. Mira veinte minutos de retraso, me van a devolver la mitad del billete y tú feliz; mira una hora de retraso me van a devolver los 40 eurazos del billete y tú exultante. Había alguien al otro lado de la administración que se responsabilizaba. Sabías que si el AVE se retrasaba alguien asumía una mínima responsabilidad. A mí quien siempre me ha respetado en España ha sido el AVE. Nos han faltado al respeto los políticos, los impuestos de hacienda gastados en no se sabe qué, el sistema sanitario, la nula calidad de la universidad española, pero el AVE no fallaba nunca. Y yo con eso me apañaba. Era una vela encendida en mi interior. Todo se hunde, pero el AVE cumple. Que te daban cita para dentro de un año para que te viera el traumatólogo, daba igual porque el AVE funcionaba. Que te quedabas sin piso y tenías que alquilar otro más pequeño y más feo y más caro, el AVE te hacía soñar con cambiarte de ciudad. Cuando te sentabas en el AVE y sabías que llegabas a tu destino justo a la hora pactada, te sentías un ciudadano de primera. Todo eso ya ha pasado a la historia.

Los AVE se retrasan sin piedad, llegan tarde, la gente entra en los vagones malhumorada. Volvemos a ser ganado. No hay nadie al otro lado. Si nos falla el AVE, ya solo nos quedan dos cartuchos: el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona. El día que el Madrid y el Barça fallen, España desaparecerá por incompetencia bíblica.