CUARTO CRECIENTE
Ocho de Virgilio y ocho de Cofasa
Hace treinta años, ocho mineros de Virgilio Riesco se encerraban a más doscientos metros de profundidad en una galería del pozo Mariángela, en Santa Marina de Torre, para reclamar una solución a los problemas de liquidez de la empresa, que adeudaba mil quinientos millones de pesetas a la Seguridad Social. ‘Los ocho de Virgilio’ se convirtieron en seis porque dos de ellos abandonaron el encierro por problemas de salud antes de que lo hicieran sus compañeros, que aguantaron 29 días bajo tierra antes de levantar una protesta que había incendiado toda la cuenca del Bierzo Alto. Otras empresas estaban en la misma situación, y la reconversión minera dejaba a más de uno tiritando.
Cuando salieron por la bocamina, con gafas de sol para que no les cegara la luz, los recibieron como héroes. La solución negociada en Madrid -compensaciones económicas, recolocaciones en otras empresas- había convencido a los sindicatos. Pero nada volvió a ser lo mismo en la minería del Bierzo Alto, que caminaba hacia el cierre. Los ocho tienen una placa en Santa Marina desde el mismo mes del encierro. Pero el eco que dejó aquel gesto, acabada la minería del carbón, se va apagando con los años.
Hace cuarenta años, ocho mineros del Grupo Río de Combustibles de Fabero (Cofasa) morían debido a una explosión del grisú. El veneno del carbón. Era el segundo accidente minero más grave en la provincia de León -solo cinco años antes habían fallecido diez trabajadores en Caboalles- y conmocionó a toda la cuenca de Fabero-Sil. El próximo mártes 19 de noviembre, el día del aniversario, el Ayuntamiento de Fabero estrenará un memorial por los ocho mineros del Grupo Río y por todos los trabajadores que fallecieron en las 22 empresas de la cuenca. Ocho rocas de antracita, extraídas del antiguo cielo abierto, los recordarán a todos, tantos de ellos anónimos porque ni siquiera hay un registro de cuántos fueron. El eco de aquella tragedia resonará entre las ocho rocas negras.
Y luego también se apagará.