Diario de León
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He visto con admiración el nuevo gobierno de Donald Trump para su próximo desembarco en la Casa Blanca y solo echo de menos a M. A. Barracus, alias Mister T.

Habría sido un magnífico secretario de Defensa, aunque tendría problemas en los aeropuertos con todos sus collares, anillos y medallones. También me extraña que Hulk Hogan no haya pillado una cartera ministerial. Probablemente acabe de embajador en Moscú.

Yo emitiría en directo las reuniones entre Hogan y Putin; calculo que al minuto de conversación, ebrios de vodka y testosterona, acabarían ambos arrancándose entre gritos la camisa para liberar sus pectorales a lo Mazinger Z.

Luego se irían a cazar osos a Siberia y más tarde, al amor de la lumbre, se echarían unas risas a costa de Zelenski, que en su otra vida fue actor y bailarín, oficios de dudosa virilidad que justifican una invasión.

A Trump hay que agradecerle su devoción por el espectáculo. En esto los políticos españoles tienen mucho que aprender. Aquí se puede llegar a consejero autonómico de la manera más anodina, haciendo genuflexiones desde las juventudes, pero en el nuevo Estados Unidos se exige poseer un currículum insólito y fascinante, que lo aboque a uno al centro psiquiátrico o al despacho en la Casa Blanca, lo que llegue antes.

El exsoldado presentador de brazos tatuados y bíceps de hierro es una gran elección para el ministerio de Defensa, pero mi favorita sigue siendo Kristi Noem, futura responsable de Seguridad Nacional, cuyo oficio, según leo en la Wikipedia, es «agricultora y participante en concursos de belleza».

Aunque la señora Noem mata a sus perros a tiros, luego no se los come, lo que habrá tranquilizado mucho a los votantes republicanos.

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