Te vas y te quedas
Qué razón tiene Susana al concluir el artículo que te dedicó en su periódico y que ya leíste: «Seve Trapiello se va. Seve Trapiello se queda». No habrá modo de echarte en olvidos, chaval, imposible borrar el cariño tatuado en la mejilla y ardiendo en la memoria como brasas de tuero de urz. Hasta las paredes tendrán que seguir hablando de ti algún siglo que otro recordando tu nombre y tu mirada de pincel en los tantísimos cuadros que has sembrado de aquí a América y en media España. Ya ves, te vas, pero también te quedas, y casi te diría jódete porque lo deseamos vivamente sólo por egoísmo, como queriendo apresarte en este puto Lacrimarum Valle porque nos haces falta, infinita falta, impidiéndote conquistar la serenidad gozosa con los nuestros y con todos los que te esperan en un abrazo tiernísimo y cósmico... Y nos haces falta porque nos arrimas los encuentros y alejas las revueltas de los dimes y los diretes. Pero nuestro cariño por ti, siendo enorme y sincero, también es pura jeta, créeme, es más por acabársenos el chollo de quien tantísimo da y sólo cobra sonrisa de gratitud y un hasta pronto, es un placer, puerta abierta. Somos así, Seve. Pero nuestras lágrimas son muchas y son de verdad, no te engañarían nunca, lo ves, aunque ya sabes que «Siempre que lloramos lo hacemos por nosotros mismos».
Te veo al tanto de noticias y tormentas climáticas o politicas de aquí o del mundo y poco te digo de esta corrala: tu «tren hullero» se va al tacho, piden para Botines «patrimonio de la humanidad», tu Torío y tu Curueño bajan hermosos con estos remojones de un otoño disfrutón, setero y castañero (Luis te abraza en su Shangai), y lo demás, pirula municipal, Pucela ens roba y mandangas mil. Ni te ocupes ni te preocupes. Pierdes mucho tuyo al irte, pero pierdes nada nuestro. Estamos de atar. Y en esta nada quedamos enredados en tirar palante. ¿Aprenderemos la lección brutal que estás dando? Y que el miércoles tu «ángel con bata» queridísima te fuera con su ukelele fue un alegrón genial y se te hizo la canción escalera al gozo, «No puedo vivir sin ti».