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León

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Malas noticias. Según la Real Academia Española, en nuestros textos y chateos escribimos mal la onomatopeya de la risa. Usted escribe Jajaja a su cuñado cada vez que va al callista o pierde el Barça. Pues debe separar por comas su risa. O sea: ja, ja ja. ¿Demasiado esfuerzo? Si se empecina en escribirlo junto tiene que ponerle una tilde: jajajá. Así es lo correcto. «¿En serio?», preguntará el ectoplasma de Gila. En serio y en sirio, que decía un profe mío del colegio. Vayamos por partes. A mí reírme ja, ja, ja me resulta algo altivo, más propio de mister Hyde, Fu Manchú y gente de carcajada inquietante. Pero vale, aceptamos pulpo, pues la RAE admite que cada vocal conlleva un tipo de reír. La «a» sirve tanto para un chiste bueno como para uno malo; reírse con la «e» denota retranca traviesa: «he echado laxante en la tarta de calabaza de Trump, jejeje». La «i» es el hipo de la risotada tímida: Le he compuesto 15.9300 versos a Jennifer, en héxametros dactílicos, como en la Ilíada. Jijijí». La «o» tiene demasiadas calorías, y con la «u» ya solo se ríe el oso Yogui. Ah, las onomatopeyas. No recuerdo haber llorado nunca con «bua» ni con «snif». Demasiado telegráfico. Soy más de «aymíserodemíayinfelice», y además, sin ni siquiera paro a tomarme un café, como en los viajes largos. Los ingleses se ríen con la hache cuando les decimos «¡¡Gibraltar español!!». Unos raritos.

«Los idiomas tienen, para las ocasiones su buen humor», escribió Rodríguez Marín, andaluz que dirigió la RAE, en nota en su edición del Quijote; y en la misma contaba que un inglés pidió en Málaga un boquerón creyendo que iban a traerle algo del tamaño de una ballena. Todo hay que pescarlo antes. Ya he contado que ciertas palabras me hacen gracia por sí mismas, signifiquen lo que signifiquen, como cimborrio, ornitorrinco y quétienelazarzamora.

Leo que Puigdemont pide, para que su partido apoye los presupuestos del Estado, «1.300 millones de euros del último año». Me dio la risa floja y con las cinco vocales a la vez. Ganas me dieronde decirme: «No te rías, que es peor». Pero no, con coma o sin ella, con tilde o sin tilde, qué bello es reír. Incluso, de vez en cuando, llorar de risa. Ayayay. O más en académico: ay, ay, ay.