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Hace unos años, escribí un libro sobre el equipo de fútbol de mi ciudad. Los que me conocían se extrañaron de que hubiera firmado un ensayo deportivo, una especie de memoria emocional de Santander vinculada con el Racing, que por aquel entonces husmeaba los campos de Segunda. El libro era algo disruptivo, estaba escrito por una poeta que trabajaba en la sección de cultura: primero lo leyeron los afines al fútbol, y aunque a algunos les pareció poco futbolístico, encontraron un cordón umbilical hacia su grada; después, lo empezaron a leer quienes tienen vetada la pelota, y por ahí llegó la sorpresa, cuando disfrutaron de leerlo a pesar de su rechazo.

¿Era un libro equidistante, a medias tintas entre el sudor y el endecasílabo, o realmente lograba que cualquier cosa que sucede en el tiempo que te ha tocado vivir te interpele? Desde que ha ganado Donald Trump las elecciones en Estados Unidos, hay un debate en torno a la red social del multimillonario que lo ha apoyado, Elon Musk, sobre todo por el uso tóxico que se hace de ella, y me pregunto si ese seísmo llega también a los que no practican lo del tuiteo. ¿Hemos de seguir en la red, usando su altavoz para contar, o bien hemos de cerrar el grifo porque por él se propagan mensajes de odio, bulos infames, desinformación?

La red X, Twitter antes de que Musk la comprara, revolucionó en su día la forma de comunicarnos. Ahora bien, el pajarito del logo enseguida se convirtió en un loro, de ahí en un buitre, y ahora es algo parecido a una hidra. ¿Por qué seguimos, entonces? ¿Por qué contribuimos si muchos de los mensajes que se cruzan a sopapo limpio solo cavan trincheras? Pues por la misma razón que aunque no te guste el fútbol, te afecta lo que le pase al equipo de tu pueblo: porque somos parte de este tiempo que se cuece en internet y que ha hecho de la convivencia algo cínico entre clanes. Muchos usuarios se están yendo a otras redes como Bluesky o Threads, pero también el periodismo está enfrentando un ejercicio confesional.

La marca fiable de un medio informativo comparte espacio y protagonismo con el contenido creado por bots o por gente sin escrúpulos pero con pulgares, que a fin de cuentas es lo único que hoy en día necesitas para opinar, pulgares oponibles, precisamente lo que nos hizo evolucionar como especie. Qué paradoja.

Periódicos como La Vanguardia o The Guardian han anunciado que van a dejar de publicar en la red social X, pero no sé si esta decisión es privar a los usuarios de una fuente fidedigna entre tanta falacia o es dejar a Musk sin pienso de calidad para alimentar a sus arpías. Sigamos leyendo, a ver qué nos parece el libro.