Seguridad y derechos humanos
Justicia divina, humana justicia
Mi amigo el teólogo dice que son justos aquellos que han aceptado el regalo de la gracia de Dios. No estoy en condiciones de poner en cuarentena tal afirmación dada la mente privilegiada que la atestigua. En todo caso, a mí lo que me interesa, y me interesa todo lo que viene de su pensamiento, es cómo trasladar la idea de justicia divina al ámbito práctico de la justicia humana.
No podemos ser como Dios, pero sí podemos inspirarnos en la idea que tenemos los creyentes sobre Él, y considero que también los no creyentes porque ha definido el mundo tal y cómo es hasta ahora. Quizás en el futuro pueda haber un mundo sin idea de un creador, no lo sé, pero sí sé que será menos completo.La gracia supone aceptar que Dios es amor y por lo tanto perdón. La justicia divina se basa en el amor y el perdón. Dios no nos quiere castigar, y si merecemos un castigo es por nuestros méritos, no por un ánimo punitivo del Creador. Claro que el que conozca el Antiguo Testamento puede argumentar lo contrario. Debo reconocer que a veces me produce cierta desorientación la idea de un Dios severo. Si lleváramos literalmente al ámbito de nuestras miserias humanas, en concreto a la comisión de delitos o simple infracción de la norma, los principios rectores de la justicia divina no castigaríamos a nadie. Todo sería perdonado, bastaría con el simple arrepentimiento verdadero. Pero, el ser humano necesita castigar, necesita hacer sentir al infractor la amenaza de un mal como retribución por el mal causado.Claro que se argumenta que la pena o corrección no es un mal en sí mismo, sino un algo ocasional y necesario para salvaguardar el bien común. Pues yo ocasionalmente dudo al respecto. Simplemente porque lo que hoy está prohibido, no lo estará necesariamente en el futuro como nos demuestra la historia. Los conflictos de la humanidad se resuelven entre vencidos y vencedores y los que fueron héroes pasan a ser villanos dependiendo de su destino final en la contienda.La certeza de la justicia divina se convierte en incertidumbre cuando se trata de justicia humana. Los positivistas han intentado objetivar y encajonar la justicia persiguiendo borrar toda subjetividad más allá de lo fáctico. Error en mi opinión, se olvidan del elemento espiritual o inmaterial del ser humano. Los actos, los hechos van más allá del sentido de la percepción Kantiana que, como todos sabemos nos lleva a errores e interpretaciones al menos divergentes.Ni siquiera el dolo o la culpa, intentos de amortiguar las limitaciones de nuestro sistema de justicia, consiguen penetrar en lo profundo de nuestro ser y por lo tanto de los móviles que determinan al infractor a vulnerar las normas autoimpuestas por una sociedad que defiende su derecho a sentirse segura.¿Qué hacer? Me quedo con santo Tomás de Aquino y su afirmación de que no hay justicia sin caridad. No basta con intentar escudriñar conforme a unas normas procesales, más o menos eficaces, la averiguación de los hechos disruptores con la norma y su prueba. Esto basta para castigar, pero no estoy seguro de que baste para actuar acorde con el perdón y recuperación del criminal o infractor para la sociedad. No estamos siendo educados en el perdón, lo estamos siendo en la individualidad y egoísmo. Ya pocos piden perdón, y no lo hacen porque ello implica, al igual que la caridad, reconocerse uno mismo en el otro. Estamos olvidando lo que nos hace realmente humanos. Cada vez más se separan ambas justicias, en definitiva, cada vez nos separamos más de nuestra naturaleza que nos ha sido dada. Separarnos de nosotros mismos es al menos un error porque nos conduce a no entender lo qué somos y mucho menos a entender a los demás.