Los ciudadanos ante la crisis

Entre las solemnes palabras vacías de Zapatero sobre la grave crisis económica, y la ausencia de propuestas concretas de Rajoy, el ciudadano anda asustado, perplejo y perdido. ¿Qué hacer? Nadie lo sabe. Los sabios y sabiondos especulan, los expertos además de cobrar informes navegan, los políticos se echan los trastos a la cabeza barriendo para casa, y los medios de comunicación montan su fiesta con grandes titulares para captar audiencia. Los demás nos quejamos y criticamos. He aquí que alguien se ha acordado del ciudadano desorientado. Leopoldo Abadía, "un chaval de 75 años, con 12 hijos y 35 nietos", ingeniero industrial, ex profesor de política de empresa del IESE durante 31 años y presidente de Grupo Sonnenfeld, ha elaborado un texto "La crisis Ninja", esclarecedor, a la vez que alarmante "esta crisis es mas gorda que la del 1929", y en declaraciones, como últimamente en "Els Matins" de TV3, hace unas recomendaciones. Unas recomendaciones al ciudadano, que también sirven a los gobiernos, tan prácticas como viejas y oportunas: - Ser optimistas. Hacer algo positivo y no cruzarse de brazos o pasarse el día criticando "lo mal que lo hacen" los otros. - No hacer tonterías. No empeñarse en pintar el piso, por ejemplo, cuando es probable que necesitemos el dinero para cosas más necesarias. - Ser prudentes. Prudencia en los gastos ordinarios, mimar el negocio y el puesto de trabajo y poniendo el dinero a buen recaudo, en instituciones solventes y no jugar con el riesgo. Nada nuevo. Todo sabido. Puro sentido común. Pero esté bien que alguien nos lo recuerde, quizás por demasiado olvidado, ante esta insólita crisis. La crisis que Zapatero negó antes de las elecciones -para no perderlas- y que no ha tenido más remedio que ir reconociendo cuando se le ha echado encima, se presenta "muy grave" y nadie se atreve a vaticinar cuanto durará. El "optimismo" de hacer cada uno algo positivo para superarla, recomendado por don Leopoldo, junto a "ser prudentes" y "no hacer tonterías", vale para todos, ciudadanos y gobiernos. El sentido común, con frecuencia, es el menos común de los sentidos.