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Publicado por
Julio Ortega Fraile - www,findelmaltratoanimal.blogspot.com
León

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Protestar contra una salvajada inconcebible como es el Toro Alanceado de Tordesillas, parece causar en la sociedad y en sus responsables idéntica perturbación que la que se produce cuando arrojamos una piedra a un estanque. La repulsión que suscita tiene una vida igual de efímera que las ondas que se generan y al final, las imágenes de ese crimen quedan arrinconadas y olvidadas en el fondo de unas conciencias abotargadas ante el sufrimiento de los animales. Y da la impresión de que no podemos hacer más. Cualquier otra acción de mayor envergadura serviría para catalogarnos como agresivos aunque no hubiese el menor atisbo de fuerza empleada contra terceros. Sin embargo a ellos sí se les permite la utilización de la violencia. Pueden torturar y matar impunemente a un toro anunciándolo antes y celebrándolo después. Nuestras reivindicaciones, siempre pacíficas y casi siempre estériles, han de ser en el horario autorizado y por las calles permitidas, y salirse de tal imposición significa cometer un delito. A la vista de lo que está ocurriendo, un delito más grave que atravesar con lanzas a un animal. De hecho esto último no lo es. La Ley protege al que mata y pone trabas a quien lo denuncia. La concentración en Tordesillas, el Manifiesto firmado por cientos de representantes del arte y de la cultura, los artículos aparecidos en medios de comunicación, las declaraciones de determinados políticos, las expresiones de repulsa llegadas desde otros países… nada de lo anterior ha sido suficiente para detener una tradición repugnante y cruenta. Platanito ha muerto tras una espantosa agonía y los lanceros del Patronato del Toro de la Vega, ya están pensando en la siguiente edición y en el juego que les dará la próxima víctima. ¿Qué hace falta? – dígannoslo ustedes Señores políticos - ¿qué demonios hace falta para que prohíban para siempre un espectáculo sangriento que enaltece el sufrimiento de un ser vivo? ¿Un directiva europea?, ¿un referéndum que no se atreven a convocar?, ¿o tal vez gestores públicos con menos miedo y más decencia? En todo caso, lo que está claro, es que ustedes son responsables y por lo tanto cómplices de un acto brutal abierto a niños y adultos. Yo sé que mis palabras, al igual que las imágenes grabadas de forma clandestina en Tordesillas y en las que vimos cómo el desdichado toro era asesinado – repito: asesinado – no van a valer de nada y que este asunto no merece su atención. Pero algo es indiscutible: yo, como otros muchos, estaré gritando a sordos, pero ustedes – y eso es más grave – están amparando a criminales legales. La historia podrá juzgarnos por utópicos pero jamás por tener las manos manchadas de sangre. Mírense las suyas, ¿pueden decir lo mismo?