Carnavales en La Bañeza
Carnavales. Sr. Director: Asistí el pasado sábado día seis, a las cinco de la tarde, al desfile de carnaval de la localidad leonesa de La Bañeza. Tanto la fama cobrada por estas fiestas como la reputación obtenida a nivel estatal me animaron a acudir, acompañado de mi esposa e hija de ocho años. Ciertamente, esperaba un notable espectáculo, y debo decir que la realidad no me defraudó. A nuestra llegada, se estaba formando la comitiva, con algunos grupos a la espera. El primero de estos grupos se entretenía con una pelota, y se refrescaba con varias cervezas de tamaño de a litro, en vaso al efecto. El siguiente grupo, una carroza de difícil descripción, ya en el desfile, mejoraba el procedimiento, y en vez de vasos, portaba varios botellones de a dos litros. En seguida la cosa se moderó, y pudimos avistar algunos individuos disfrazados convenientemente. Siguió un tractor, nuevo, sobrio una pieza de baile sospechosamente desacompasados sus integrantes y un grupo de músicos de mérito, bien que uno de ellos, un flautista a quien no identificaremos por cortesía, desafinaba con furia. Lo siguiente fue un borracho. Después, otra carroza, donde el trasiego de botellas y vasos hacía difícil identificar el tema, y aún después de la carroza, figurantes dispersos, con evidente sed e intenciones repetidas de satisfacerla. Tres borrachos más tarde y una caída sin consecuencias, pudimos disfrutar de un grupo decimonónico realmente logrado, todos verticales y con paso cierto, que nos gustó tanto por la filigrana del vestuario como por su compostura. Consumidos nuevos tractores y sus correspondientes carrozas, el asunto pareció obrar en sazón, pues el personal transeúnte dio en prescindir de la jarra mancomunada, tomando directamente del gollete de las botellas originales, que por estar en su mayoría dotadas de tapón de seguridad, exigían del obrante grandes y sostenidas chupadas. Mediada la comitiva, unos cubalibres en comandita nos pusieron sobre aviso, siendo que un barril a morro más tarde decidimos retirarnos. Según informaciones recogidas en la prensa, el martes siguiente, durante el desfile principal, la cosa pareció resultar mucho mejor, con un centenar de ingresados en el centro médico local, todos ellos borrachos, magullados o directamente en coma etílico también numerosos destrozos de mobiliario y otra serie de accidentes que reseñar. He estado reflexionado sobre la conveniencia de volver el año que viene, a tiempo completo, también con mi hija. Y he decidido que no. Creo más conveniente el visionado conjunto de una película pornográfica, una buena, con penetraciones dobles y eso. No lo hago tanto por ella como por mí: me veré obligado a darle menos explicaciones sobre determinadas conductas humanas, o al menos, me resultará francamente más fácil hacerlo. Y a ella entenderlo.