Spain is different
Con este eslogan se vendía España no hace tantos años. Era uno de los lemas ideados por el franquismo, para atraer el turismo exterior. Y así sigue siendo: diferente. Su variopinta geografía fue debida principalmente al movimiento de placas tectónicas surgidas hace unos trescientos millones de años, al separarse del único continente que existía, Pangea. La península ibérica quedó vestida con este traje geológico; regalo de los cataclismos terrestres, y no de un plan de desarrollo hecho por el Ministerio de Turismo. Aquí, el protagonismo orográfico viene de manera natural. En donde sí somos protagonistas, es en nuestra manera exótica y contradictoria de convivencia. En España, la mayor parte de la población (un 73,2 %) se declara católica. Aunque nada más que un 13,7 % dicen ser practicantes. En cuanto a actos religiosos, sí que ‘vendemos’ bien las procesiones de Semana Santa, donde un cierto trasfondo económico-verbenero aflora como blanca espuma de cerveza (con perdón). En este país somos perseguidores acérrimos del fraude fiscal, pero sólo de cara a la galería, claro. Los defraudadores saben de la vehemencia del gobierno en la evasión de capitales, como en su retorno sin coste alguno al proclamar amnistía a tutti plen. Por mucho que se empeñen las normativas municipales de erradicar la prostitución en los barrios de las ciudades, no importa, el virus mutará. El periódico The New York Times denuncia un boom en el “Turismo de burdel en España”. Por lo tanto, lo que por un lado se prohíbe, por otro se legaliza. Es el momento de matar dos pájaros de un tiro legalizando cuanto antes “Euro Vegas”. Podríamos seguir con las contradicciones Tipical Spanish, pero por hoy, ya vale.