Se acabó el partido
Se acaba el partido. Pero esta vez es diferente, algo me empuja hacia el incómodo asiento que ocupo desde hace tanto tiempo, no me puedo levantar…mi mente viaja y veo en la cancha a Essie Hollis, sube el balón con esa elegancia, bota por debajo de las piernas, la saca de detrás de la cabeza y la bola entra limpia sin tocar el aro…y también veo a Xavi, que amaga un triple, para penetrar, parece que lo hace despacio, pero supera al defensor y anota con falta de la ayuda. También esta Schlegel, jugando de todo, anotando desde todas las posiciones, y un jovencito Harper Wiliams, que con esa zurda vuelve locos a los rivales y veo postear a Brown y a Thomsom, haciéndose sitio como un bailarín obeso, pero ¡qué clase!…y me fijo también en Bulfoni que sale de un bloqueo a la velocidad del rayo para clavar un triplazo y volver a defender como un loco…y veo la cancha de Lugo y a Roberto Herreras cogiendo el balón del primer ascenso, con Cherokee Rhone por allí, y veo a Juanjo Bernabé abrazado a Hughes en nuestro teatro de los sueños, tras ganar el quinto al CAI. Y también veo al equipo jugar la copa del rey y pasar ronda ganando a Manresa, o jugar la Korac, con aquel ambientazo en las gradas. Y noto como las lágrimas desbordan mis ojos y caen por mi cara, porque eso que estoy viendo, es como cuando la muerte se acerca y ves pasar lo que ha sido la vida, y soy consciente de ello, y me pongo a llorar como un niño pequeño. Como aquel niño que vio al Elosua en el globo del Hispánico, como aquel niño que se enamoró de este deporte por Essie Hollis, como aquel jovenzuelo que celebró el primer ascenso con una buena borrachera y el segundo con lágrimas, mientras miraba a su hijo de 10 meses y le susurraba mientras dormía, “algún día te lo contaré, y vendrás conmigo al basket y te contagiaré este maravilloso vicio y algún día tú vivirás cosas igual o más emocionantes”. Pero ahora tengo la sensación de que me equivoqué, tengo la sensación de que esta vida, este sueño llamado Baloncesto León se ha acabado. Mi hijo, que ya va a cumplir seis años y que desde hace tres me acompaña a casi todos los partidos me pregunta – Papi, ¿lloras porque hemos perdido? Una triste sonrisa aparece en mi cara. -No te preocupes Papi, la próxima temporada seguro que ganamos… La próxima temporada… Ojala él esté en lo cierto.